sábado, 13 de octubre de 2018

El Espíritu. Misterio de Dios y del mundo...25


EL ESPÍRITU, Misterio de Dios y del mundo
REFLEXIÓN

25. Por fin, ¿cuál es la última acción del espíritu?
Se nos dio el Espíritu de Cristo. Fuimos bautizados y el cielo se abrió para nosotros para que oyéramos haciéndonos uno con el cuerpo del Hijo al espíritu de Dios pronunciarse con complacencia sobre nuestro ser. Ya somos movidos por él en verdad de fe, amor y alegría. Ya conseguimos mirar a Dios con ojos de hijos suyos y reconocer que somos hermanos entre nosotros. Ya hemos comprendido que el pecado no es la verdad del mundo y de nuestra vida y que la vida de Dios habita con más hondura en nosotros llamándonos de continuo a él estemos donde estemos… Experimentamos, sin embargo, que aún estamos en camino, vemos sólo como en espejo, que aún no se ha manifestado todo lo que seremos (1Jn 3,2), que aún temblamos frente a la muerte y al mal del mundo, y que aún vivimos entristeciendo al espíritu (Ef 4,30).
Frente a ello se nos invita a la perseverancia. A rechazar la tentación de olvidar el Espíritu del mundo y dejarnos esclavizar por las cosas en su densidad material, tenga esta la importancia que tenga. Este es quizá el pecado contra el Espíritu firmemente condenado como camino de muerte (Mc 3,,28-30): olvidar que vivimos por el aliento de Dios desde el que nos llamó a ser, olvidar que este aliento nos creó y nos sostiene en Cristo y que este Cristo-Jesús es el camino real de nuestra vida. Pecar contra el Espíritu es separarse de esta corriente de vida divina que nos habita e invita a soltarnos, flotar y dejarnos conducir afirmándola con nuestra libertad. Pecar contra el Espíritu es renunciar a lo imposible porque lo es para nosotros renegando de esa confianza en que Dios no abandona la obra de sus manos y llevará a todo a plenitud haciendo su don de vida sobreabundante sobre las posibilidades del mundo en sí mismo. Pecar contra el Espíritu es arrojar la toalla y dejarse llevar por la somnolencia que trae la oscuridad de este mundo y hacer tratos con ella, con unas luces que se apagarán al amanecer de la eternidad de Dios p ara su creación. Pecar contra el Espíritu es renunciar a ser lo que somos como obra de Dios y entregarnos a lo que somos como obra de nuestras solas manos. O por decirlo al hilo del texto de Marcos, condenar a Cristo a las afueras del mundo como endemoniado, para enseñorearnos nosotros de él.
Frente a ello, la Iglesia, aquellos que se dejan llevar por el Espíritu, gritan para que Cristo se haga Espíritu de vida en todos (1 Cor 15,45), para que advenga a lo que somos y realice en nosotros lo que necesitamos ser, previsto desde la fundación del mundo.
El Espíritu que nos hizo hijos de Dios en Cristo grita con nosotros: “ven Señor Jesús” (Ap 22,17), para que así aquella ciudad inimaginable que el ser humano necesita para ser él mismo, sea hogar de todos. Un hogar donde todo aparezca envuelto por “el Espíritu que hace que todo sea lo que es en comunión y con la alegría de serlo”. Espíritu discreto, escondido hasta el límite, y, sin embargo, exuberante en su impulso para que la verdad y la alegría, Dios y el ser humano se encuentren en el juego del amor.

(El Espíritu, Misterio de Dios y del mundo; Francisco García Martínez. Ed. CCS)

No hay comentarios:

Publicar un comentario