domingo, 17 de abril de 2022

ANTEA, LA VIRGEN ROJA DE DONDE NACEN LOS RÍOS...


ANTEA, LA VIRGEN ROJA DE DONDE NACEN LOS RÍOS…

Nos perdimos camino de los manantiales,

añorando los orígenes, pues los peligros endurecieron nuestro corazón;

ya el polvo del camino, o la rutina, o una costra de indiferencia,

para protegernos de los sinsabores de la vida,

y, para que todo no vaya a peor, seguramente,

con la mejor intención, “aguamos”,

quién sabe si con la intención de convertir en vino.

Y sabemos, porque no se trata de la primera vez,

que eso termina no funcionando del todo,

por eso la añoranza de los orígenes,

de aquello, lo que fuese, en toda su autenticidad…

 

Ante esta feria de las vanidades, Antea baja la mirada

al tiempo que nos frece la “escalera al cielo”,

que nos entrega bendiciéndonos;

quien por el agua nos hace divinos e infinitos,

y nos pide serlo…

¡si no tuviésemos tanto miedo!

 

Porque nosotros

parece que siempre tenemos necesidad de estar en otra parte,

proyectando viajes, olvidando siempre el momento presente.

Como a una urraca, nos siguen aturdiendo los objetos brillantes,

y hemos llegado a imaginar el precio de nuestros pasos,

incluso cuando las tiendas están cerradas

olvidando, a propósito,

que con una palabra podríamos conseguir el universo…

 

Parece que las señales sólo quieren equivocar los caminos,

¿quién, entonces, se atreve a buscar seguridades?

Todos los pájaros están en todos los árboles cantando,

y por no tener, hasta carecemos de dudas…

 

Ya estuvimos allí, y allí, y allí también,

y hemos bailado todas las danzas

alrededor de todos los fuegos,

al compás de todos los cánticos hipnóticos…

 

Sopla el viento, arrastrando con él todos los caminos…

 

Y nos ha sido dado conocer

Que “mientras serpenteamos por los caminos,

-aunque a veces tropecemos e incluso caigamos-,

nuestras sombras nunca serán más altas que nuestra alma”…

 

Inunda Antea, la Virgen Roja de donde nacen los ríos

con su sola presencia

el espacio-tiempo…

Con esa suave danza que muestra a los hijos de la luz:

“Quién es el Camino, y la Verdad, y la Vida”…

 

Y si escuchamos atentamente,

la melodía nos llevará, paso a paso,

incluso más allá de lo que jamás nos atrevimos,

o no fuimos capaces de imaginar,

dándosenos descubrir lo proyectado desde el origen del mundo:

 

«Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra» (Ef 1, 9b-10).

 

Entonces sabrás por qué eres temido por los hijos de las tinieblas,

y no podrás rendirte…

Porque tú eres el estandarte de lo divino,

el creado a su imagen y semejanza…

…¿Quién es como Dios?...

 

Eterno espíritu del valle,

portal interminable,

como raíz del cielo y de la tierra.

Siendo sin estar

y estando sin ser…

Mutación inagotable,

dama de luz,

regalando maravillas…

 

Y así, su palabra,

como la de los cielos,

“sin hablar,

sin pronunciar,

sin que resuene su voz,

a toda la tierra alcanza su pregón,

y hasta los límites del orbe su lenguaje”…

 

La eternidad a la que Dios nos invita

se oculta en el ahora de cada instante de nuestra vida.

Y nada de lamentarse

objetando que Dios es el momento presente

que pasó y se perdió porque yo no estaba allí;

porque eso es olvidar que el presente

no es algo fugitivo, pasajero,

sino algo continuamente persistente y duradero,

siempre cambiando, evolucionando

y trascendiéndose a sí mismo.

La eternidad es ahora,

caminemos a su luz…,

 

Nuestra fe no va a liberarnos

de ninguna obligación humana,

sino que nos dará un trabajo,

una función, una misión

‘para’ el mundo que no es ‘del’ mundo.

Nuestra misión será introducir en el mundo

el amor mismo de Dios

con “medios humanos”,

con “maneras de ser humanas”: las de Cristo.

Nos encarga realizar en el mundo

una especie de compromiso temporal

del amor eterno de Dios.

Al lado de ello,

el resto existe y debe existir,

pero la fe sirve para que Dios ame al mundo

a través de nosotros

como a través de su Hijo.

Él nos ha elegido para darnos al mundo,

al mundo que él ama

y que nosotros debemos amar

como él, con él y por él.

Así es la fe;

esto es lo que nos pide que aceptemos….

…¿Y Tú, dónde estás?...

…¿Y por qué Te empeñas en quererme tanto?...

 

 

 

sábado, 16 de abril de 2022

ALPREIDELMAR, DONDE NACEN LOS RÍOS...

            ALPREIDELMAR, DONDE NACEN LOS RÍOS…

La vida es como las aguas de los arroyos de estos valles. Aguas que al nacer han perdido la memoria de su origen, y que por eso mismo, sin saber por qué, no tienen otro sueño que la esperanza de llegar un día, desde lo profundo del valle, a lo que consideran imposible, las más altas cimas: ¿Qué otra cosa son las ansias de felicidad del ser humano?...

En ese camino, porque toda vida no es otra cosa que el camino de regreso al origen, en su tránsito, las aguas, van descubriendo pequeños remansos y sotos donde se dejan acariciar por el calor del sol, haciéndose vapor y, de esta manera, volver a las cumbres convertidas en nieve. Ésta imagen, estos cambios de estado, también lo pueden ser del dolor y de la enfermedad y, ¿finalmente?, de la muerte, que, curiosamente, divinamente, libera al ser humano hasta el extremo de lograr la felicidad que tanto ansía, sin saber por qué, su corazón.

«¿Quién nos ha engañado afirmando que sólo se puede ser feliz en los momentos luminosos de la vida? ¿Cómo hemos podido ser tan necios para creer que en la felicidad no caben las lágrimas? La verdadera alegría soporta la euforia y la fiesta con igual talante que se sumerge en los abismos más oscuros. Porque cuando el gozo es de raíces profundas, igual que disfruta de días radiantes, no se apaga sin más ante la dificultad y la zozobra. ¿Quién dijo que no era posible la alegría también de noche? La verdadera alegría no tiene ningún problema para liberarse de la tiranía de sentirse bien a toda costa, y ofrecer la luz recibida en lo más profundo de las tinieblas».

Incluso cuando te han roto el corazón y no parece quedar de ti sino la conciencia de una herida, porque confundiste la vida real con tus sueños, como si la realidad de la vida fuese otra cosa, y continúa en ti el eco de palabras, que nada tiene que ver contigo sino por el hecho de ser su destinatario, de un corazón no menos roto, que imagina poder curar su dolor produciéndolo en otros… Aunque no se trate sino de un equívoco. Y el Crucificado debe rezar por los que lo crucifican, porque no saben lo que hacen…

Con que facilidad nos deja la muerte sin palabras. De pronto no sabemos qué decir. Vivimos muchas veces fluctuando entre la luz de Dios y las tinieblas olvidando que Dios ama la vida en el fracaso, en lo que nosotros creemos fracaso, tanto como en el éxito. A veces bastaría con que nos detuviésemos un instante para escuchar el cántico que entonaron los ángeles el día que nacimos, para darnos cuenta de que la vida eterna está aquí. La vida eterna es ahora. Pero nos da miedo esta evidencia, como la de reconocer que la soledad es compañía, aunque se tienen que haber atravesado muchos desiertos para que nos sea dado descubrir esto, como cuando ya no te queda piel virgen para nuevas heridas.

Es cierto que no volvemos a ser los mismos después de haber estado expuestos a los rigores de la soledad, que tanto se parecen a la muerte. ¿De qué estamos hablando? ¿Qué es lo que no nos atrevemos a mirar? Nos toca, a pesar de todos los pesares, como en Jueves Santo: «Elegirte a ti, incluso si no te comprendemos o nos asustan tus palabras y tus gestos. Elegir dejarte hacer en nuestro cuerpo y nuestra sangre. Elegirte a ti que imaginas nuestra vida en semejanza con la tuya. Elegir dejar de trampear para imponer nuestra verdades a tu amor».

...Nunca le hagas caso a un amante, incluso la verdad te la dirá mintiendo... Sentimos que ha llegado el momento de que un nuevo anillo se sume al nudo de las serpientes... sobre el cuerpo de lo visible lo invisible reafirma ahora sus derechos con el rigor más severo: sus relaciones, largo tiempo difundidas y mezcladas en la vida sobre la tierra encontrarán en otro lugar su baricentro, en Alpreidelmar... Se reivindica la supremacía del otro mundo: aislado, separado, silencioso, vital, que culmina en la flor de lo visible, y tú eres para mí esa flor, en Alpreidelmar... por sobre el lago sopla el viento y remueve la superficie del agua... así se manifiestan efectos visibles de lo invisible... Allí donde los perros no consiguen seguir las pistas por la violencia del perfume de las flores, sorprende al viajero el Templo de Antea... Antea es la fuerza que ayuda a la mirada a verse a sí misma, la capacidad de control, la habilidad de dominarse, de dominar, la agudeza de la mirada, la sobria elección de los medios adecuados para alcanzar los fines: todo esto aleja a la mente de las fuerzas, concede la ilusión, eficaz a veces, de utilizarlas sin ser utilizado por ellas... ilusión eficaz que con frecuencia se confirma... La mirada se ha vuelto indiferente y lúcida hacia todo, pronta a captar cualquier ocasión y aprovecharla de nuevo... pero, en esta mirada circular, sigue habiendo una mancha negra, un punto que la mirada no ve: ella misma... la mirada no ve la mirada... no reconoce que ella misma es una fuerza como las que entonces pretende dominar... Me pregunto quién eres y un nudo se forma en mi garganta... curiosa materia sin calificación... conflicto infinito donde convergen las dudas, resueltas unas, por resolver otras, y todas por venir, quizá para marcharse... Porque a ver que tenemos aparte de mucho porvenir... La posición de los astros grita el cómico teorema, números repetidos e irrepetibles marcan el nacimiento, y es tu vida un poema que olvidarás haber encontrado en una biblioteca llena de telarañas... quizá seas, lo pareces al menos, un producto del azar, un arlequín que copia, se inventa y comparte el juego, y que no puede perder por ser el juego puro juego... Hay dioses con resaca que no apagan la colilla, dejan que se consuma poco a poco, sin prisas, deben tener el tiempo calculado con errores despreciables... Cronos entra en una relojería y se compra un reloj de arena, sin cronómetro... Yo sé que no hay aires de grandeza ni en tus obras ni en tus palabras... quizá es la rabia que se materializa cuando rindes culto o enciendes una vela ante lo que no ves... Si, en eso han sido generosos esos resacosos, y un tanto cobardes... No aparecen si les citas en aquella farola...¿Por qué lloras?... ¿No ves bien?... Ten en cuenta que... ¿Quién sabe?... ¿No fue siempre acaparar igual a perder?... Resultan emocionantes los quehaceres de la humanidad... Existen manuscritos con una excesiva presencia de pies, hablan de razón, de verdad –dad lo que veis-, de verdad de la buena y de aquella que se nos escapó, como todas -¿o era solo estrategia para ocultar la cobardía?-... Y los seres que crean los manuscritos se congratulan de su noble empresa, la definen unos como la redención de la especie humana, otros como libertad, y otros objetan: “no me sea usted paliza”... Los más ni siquiera los crean, no se lo creen, no les enseñaron que deben utilizar las manos, y así van, de cabeza siempre, tan razonables... Son canchales de sonidos, formas, signos escritos... son estrellas de mar que no regeneran brazos, y si se deciden a hacerlo las células ya están copiadas, calcadas de un código genético inmutable... Existen otras leyes que no se definen como fuerza de la gravedad ni constante de los gases nobles, son fuerzas tan reales como las piedras, pero debe ser que todos han perdido la vista... La creación es vivir, pero esto rompe algunos esquemas –porque vivir es amar, todo el bien y todo el mal, recibir la luz de la vida y aceptar perderla después para descubrir en la noche oscura que el amor no permite morir a los muertos-... La llave de las siete puertas que conducen a Dios sabe dónde la tragaste cuando naciste y nunca podrás vomitarla, y tú lo sabes, porque es tu vida la búsqueda incansable de tu sino... Su fallo y nuestra ventaja es poder pensar y poder sentir...ahí precisamente se equivocaron, si, esos dioses incapaces del mínimo suicidio se equivocaron, y mientras tú sigas cambiando tu moneda por especias algo impetuoso se estará formando en las entrañas del planeta... No sé quién eres y tampoco lo que significas... estás ahí, firme, con los puños cerrados, mirando a la nada en todas las estrellas, pensando en tu impotencia, y sigues respirando, cada vez más fuerte... No abandonarás tan pronto, y yo tampoco... Pero ayer lloré, y mucho... toda queja lleva consigo un sufrimiento, y este se alivia en parte por la queja, una queja muy pequeña, imperceptible, muy pequeña, muy pequeña... ¿Ante qué altar exigí tu olvido para poder seguir viviendo? ¿De dónde el juramento de no recuperar la memoria si tú no me buscabas? ¿En qué manantial descubrirte proveniente de una realidad que dejaba en mantillas mi imaginación? Es imposible creer en la justicia cuando sólo la podemos encontrar en los diccionarios, no podemos creer en los imperpavustus, nadie nos los presentó... y llega un momento en que los imperpavustus nos hacen indiferentes, sólo conocemos su nombre y advertimos curiosamente que se escriben con uve, nada más... y pasado ese momento sabemos que son buenos, malos, son simplemente, son... Y los justos, los buenos imperpavustus, gobiernan la Tierra, la convierten en Edén, sin saber nada, sin intuir nada, todo dicen hacerlo por buena voluntad... mientras, los injustos, los malos imperpavustus, son unos mediocres, desgraciados, impotentes y desalmados bichos salvajes que lo saben todo, que intuyen todo y por eso nada les está prohibido... ¿De qué les serviría decir que está lloviendo, que la rosa se marchita, que hoy su corazón se parte en mil pedazos?... Terrible respuesta para unas manos y unos ojos que se han visto crecer, un minuto, una sombra, una brisa, la nada... Todo concentrado en el núcleo atómico de una esfera violeta, un suspiro, una descarga, la música... Con música hablas en el minuto, triste insistencia en no renunciar a la eterna caricia de un alto mensaje, minuto despierto, tranquilo y ya acabado... Torpe, inseguro, detienes tu paso, por ese minuto, por ese suicidio que inadecuado pasa... Aprisionar el tiempo hasta llegar a olvidarlo, tiemblan sumisas las pestañas y anuncian el sueño, piden cansadas la paz de los campos como la danza de las espigas y los cipreses altivos... el minuto que todo lo colma, que todo lo aparta, que llega hasta todo por no ser de nada, con nada, por nada...Grita... ¿Qué pides... ¿Qué estás rompiendo?... ¡Qué estás volando sin saber que estás abajo y son los océanos los que empujan tus dedos y envuelven tus canas!... Terrible minuto, complejo y distante, temido... ¿Quién quiere apartarte?... relegado a cálculos, siendo así sesenta vidas perdidas, tiradas, pequeñas... somos incapaces de asirlas contra el pecho y sentirlas brillando... Quisieras perderte en tan sólo un minuto, gritando a los dioses que todo es mentira... detienes tus pasos, contemplando absorto la gracia que emana de tus propias sombras teñidas de luces del ocaso, y por un minuto el color derrite el muro... ya no importa que un día todo se olvide, que incluso el presente no sea ahora, porque ahora es siempre y siempre este minuto... Pero no cayó, sólo tendió su cuerpo bajo la lluvia, sólo formó parte de los caminos mojados, del perfume de la tierra cubierta de aguas y mares de nubes... Volvió sin miedo, eterno retorno... un brazo pesado sujeta otro brazo ansioso de sueños, de eternos saludos a la Luna... Unidos en la noche sujetan unidos la tierra, las tumbas, los años, las aguas... Discurren como limpias velas, hablando los brazos con bocas de plata... Comprendió al fin que su salida fue inútil, su camino un tiempo circular en torno a un eje imantado de prejuicios acumulados a través de las generaciones, su destino una posibilidad de locura derivada de la incomprensión... Impotente y desnudo permaneció en silencio bajo las nubes... sólo el tiempo puede perderse y él nunca tuvo noción de lo que representaba... Un trueno poderoso descargó rencores partiendo el día... su corazón, también partido saludó acogiendo la llegada de la lluvia... algo muy fuerte se entretenía en unir las distintas naturalezas... Giró la cabeza y una lágrima resbaló por su rostro cristalizando un suspiro retenido en la ausencia... se alejó temblando, cansado de su fracaso... Entonces cantó el cuervo: -Privar al café de azúcar no es la mejor forma de acostumbrarse a la ausencia-... jamás es siempre y siempre este minuto... después se oyó un disparo y el cuerpo del cuervo cayó sin vida sobre el escenario... Mira, mira, contempla como las sombras cubren los tejados y disipan la tierna claridad de unas alas púrpuras bajo el sol... son estas las que despiertan vida de la muerte, descubren trazos nunca imaginados, ocultos bajo los colores que deforman las formas ya ausentes... Es odio, quizá la llama del amor más puro se vuelve daga y clava con sus garras los ojos donde no existe más que miedo, miedo a lo desconocido y siempre buscado, tan vivo, tan alerta como la pantera refugiada entre los claroscuros y los sudores acobardados... Grita, te digo, y retuerces tus manos con gestos gatunos, controlando la energía de tu sangre caliente... Dispararon como bestias y el héroe cayó llorando... ¿Qué solaz tendrá el guerrero?... desnudo, en el silencio quedan gotas de plomo que pesan terribles, ahogando las respiraciones, haciendo de un minuto toda una existencia, el tesoro exquisito, un minuto, toda la obra, todo el sentido que pudiera tener el dejar de permanecer para crear, tal vez para elegir, un minuto tan sólo... poca cosa queda, un minuto y una ninfa con nombre robado... Antea, …una estrella parpadea porque algo ya ha muerto, en un minuto... Perdía una y otra vez descartándose de los reyes, en lugar de conservarlos como grandes tesoros, porque los reyes carecían de valor según su personal interpretación del juego y más en aquella jugada... y  comenzó a caminar al amanecer. No había entrado en calor cuando ya la tormenta comenzó a levantarse desde poniente... ni tan siquiera pensó en la necesidad de un refugio, si era la lluvia la que quería mojarle, quién era él para no permitírselo, quién era él para domesticar los fenómenos naturales (¿…?) ...Deja que tenga sesenta razones para no perderte, será como quemarse en el agua, o beber de la tierra, poco importa... Al otro lado de la calle, en la plazoleta, justo frente al semáforo en rojo, una gabardina portadora de un viejo con hombros descomunales sujeta palomas teñidas de claros blancos grisáceos... llegan a él como a su casa, las acaricia tiernamente y se dejan, cómo no habrían de dejarse... Nunca vi palomas tan contentas ni anciano tan rejuvenecido, porque no eran brazos lo que tenía por extremidades superiores, tan superiores que atraían a las palomas como dedos imantados y además sin alpiste, eso era lo espectacular, sólo caricias, nada tan simple, caricias como único alimento... Al ladrido de un perro envidioso se escaparon nerviosas, sobrevolando las calles hasta la ondulante bandera de una residencia ya vieja como sus huéspedes perpetuos sin retorno al mundo... Los accidentales espectadores pensaron que el episodio ya había terminado, pero se equivocaban... empezaron a bajar una por una de su modesta fortaleza y coronando su cabeza o rellenando sus manos vacías volvieron a posarse seducidas por no sé qué extraño perfume del viejo ecologista... Sería su sonrisa, o ese aire natural de quien espera sin prisas a quién vendrá sin retraso al punto desacordado, porque lo que menos importa es el lugar y la hora de la cita... Saben encontrarse, hay algo entre ellos que los une para siempre... Paraíso siempre pintado, jamás perdido, a lo sumo olvidado, supuestamente aparecido en estados alterados... ¿y si no fuese así?... y en las noches sensuales con cuerpo de mujer ardiente... mira, ya ves, aquí el Edén, aquí un pobre diablo... No se entienden las sombras en la noche ni las estrellas en el día, porque la noche es la madre sombra y el día el fruto de la madre estrella... Unas palabras calaron mi alma... la verdad es que no recuerdo si alguna vez estuvo en mis manos, sin embargo de alguna manera sentí que llegué a besar... te... Quizá lo llevara dentro, quizá duro un instante su presencia, pero estaba tan cerca, tan claro... con la Luna decreciente que se elevaba como diadema sobre tu pelo... La verdadera magia no está ni en el sombrero ni en el conejo, ni siquiera está en... Son nuestros sentidos los que provocan gigantes en lugar de molinos y nuestra mente la ingeniosa dama que los asesora... No existe conjunción más perfecta ni mecanismo natural tan arrebatadoramente hermoso... Después de todo Cristo no era más que el entregado atleta colgado de las anillas haciendo honor a su propio nombre, después de todo, después de tanto... ¿Sería el castigo lo que buscaba?... desde luego su comportamiento no tenía más explicación que el dolor por el puro placer del sufrimiento... y la herida se abría para poder ser curada con dosis progresivas de cariño... Introducía las llaves inconscientemente y calculando –lo intentaba al menos- los riesgos al mismo tiempo... esto no le hacía parecer precisamente inteligente... Y si quieres que te borre, en primer lugar inventas la goma y luego me mandas la dirección donde pueda encontrarla... Sabes, deberías haberlo pensado mejor antes de precipitarte, hay cosas que no tienen solución... si renunciar a la verdad es olvidarte, no me lo pidas, no tienes derecho... crucé el puente y se elevó detrás de mí, diles tú que lo bajen, y para eso, empieza a mentirte... Gota de mercurio que tiritas, penduleas entre el agua y ¿te rompes? en mis manos... Un dolor infinito atravesó mi alma, comprendí que no había escuchado, que no había aprendido absolutamente nada de lo que es y de lo que se muestra... Escucha, me dijo la luz, hermosa luz... no busques indicios, no esperes respuestas de fuera... todo absolutamente está dentro de ti, mil mundos, todos los mundos... Vuélvete ciego y mudo y sordo y muere por un momento, sólo así sentirás la música, esa música sin notas ni ritmo, esa belleza que escapa de tus dedos como la paloma de la jaula, porque eres tú él único que no quiere poseerla... Volví a mirarla, asombrado, temeroso, cautivado por el mágico hechizo que nos envuelve cuando sentimos que alguien, respirando a nuestro lado, nos está sonriendo... Creo que estabas por allí, perdida entre los columpios, acunándote, riéndote de no sé qué cosa elemental... ¿No has pensado que yo pueda ser irreal?... ¿No has pensado que alguien te está escribiendo desde el planeta de Alpreidelmar, por cierto, pletórico de vida humana?... Ojalá bajes a los infiernos y todas las maldiciones de antaño caigan sobre ti partiendo en dos tus entrañas... Ojalá que el trueno se rebele contra tu alma y te atraviese convirtiéndote en repulsiva carroña... Ojalá que sufras en las distancias estelares, que los siglos condenen tu cuerpo macabro a la perenne procesión de cuerpos mutilados por la avaricia de tu espíritu, y que tu alma no encuentre calma ni sosiego hasta que las estrellas, una por una, se desintegren... Ojalá que tus ojos se apaguen en el fango y que la música de tu corazón explote en sinfonía de éxtasis para sentir que estás muerto... Ruego a los dioses que desaten los nudos de los siete mares, los vientos de los siete cielos, que agarren en su puño la indiferencia del éter, y que reúnan en el fondo de los planetas la semilla de la muerte para que la lancen contra ti hasta que tu sangre fría y morbosa se convierta en piel de mujer virgen... Todo esto y mucho más te deseo por descubrirte sin haberlo deseado entre la multitud... ojos de nadie sobre ninguno... Fue un arrebato, quizá poético, desesperadamente, fruto del descubrimiento de una caracola, una concha marina, que se había metido dentro, muy dentro, ¿pero de quién?... Los átomos se desintegran en perfecta armonía, giran, chocan, se revuelven en su basto imperio... Olor antiguo, olor quemado y amargo a café... llena los labios y los sentidos de vivencias soñadas y muertas, enterradas en las pirámides, sepultadas por la historia, encontradas en el éxtasis desesperado para vivir...Y por vivir los almendros crecen, floreciendo en invierno, dando primaveras vírgenes en el corazón de la isla... Machos y hembras juntan sus cuerpos, vibran en arrebatos inconscientes, se elevan sobre las ciudades, entonan himnos de gloria y abandonan jadeantes la batalla, paralíticos, ciegos, con respiración entrecortada, con gemidos... El acantilado cede, sus piernas se gangrenan y brotan cicatrices de la ronca embestida de las olas, es el pino el que grita y la bestia se oculta... La noche lleva charol en sus ojos, está esperando un varón... La hoja y la pluma, la arena y la espuma, se disputan el trono... ¿quién será la preferida?... El humo de los cigarros asciende bastardo, el cielo se cubre de mantos impropios, de mantos mediocres... las sábanas de satén están manchadas de sangre, y la hembra es ajusticiada... Entra y se va... No hay pasado, no hay futuro... Una pisada en la playa está siendo destruida por la marea alta... Y sonríe, si, se está riendo... ¿qué es lo que dice?... Que no sabe, que nunca se sabe... Es por eso que debo encontrar armonía en tus partes, aunque desbordes con ello toda teoría cuántico-biológica, todo planteamiento científico, todo esquema prefijado en la soledad fingida... Unicornio alado, maestro de la luz, me estás llamando, pero no puedo acercarme... Más adelante es posible que volvamos a sentirnos bajo una lluvia de meteoros que inunden la eternidad de la vida en la que todavía creemos... Cometa Unicornio, saeta perdida, disparada con sangre, desde la muerte, o entre la vida, te espero, delante del espejo... Delante del espejo recuerdo mi imagen perdida, tal vez sea que los espejos no reflejan imágenes, tal vez sea que, eso, delante de mí no sea un espejo... ¿Cómo demostrar que hay cosas indemostrables?... (Kurt Gödel) ¿Cómo contestar a cosas que no tienen respuesta, ni la necesitan?... Sin embargo, desear, es tan inevitable como la creación en sí misma... Unicornio magnífico, me estás llamando, alzado y potente, emanado fuerza, indiscutible misterio... no, no son tus crestas, es ese alfiler de marfil, clavado, crecido, engendrado, que apunta a las estrellas, desafiándolas a la lucha eterna por la posesión del universo...Son los puntos creadores del espacio los que te hacen fuerte... Cabalgando, alado, remonta tierras fértiles y busca... ¿qué?... ¿Qué es lo que buscas querido unicornio?... ¿Por qué miras de esa manera el sol poniente?... ¿Con qué descaro aseguras que ya no ilumina?... ¿Qué fue lo que perdiste?... ¿Qué ha sido lo que no encontraste?... Alguien arriba te está vigilando y tú, tú, lo sabes, o quizá no lo sabes, simplemente su olor penetra por entre tus poros... ¿Serás capaz de despreciarlo?... Caballo halado de alfiler sin caras: un diamante, quizá un polígono estrellado... NO, mucho más que eso, más que todo eso... Naciste, y sin embargo pareces carecer de padres y genealogía, también de descendencia... ¿Cómo entonces poder definirte?... Flotas y no flotas, simplemente te suspendes, etéreo... Nunca pasó por tu cabeza abandonar tu búsqueda... ¿Hacia dónde?... ¿Hasta cuándo?... ¿Para qué?... Y el abismo oscuro y profundo forma y deforma tu posible existencia... ¿Por qué me sigues llamando?... ¿Es posible que haya perdido el código que me permite sentirte?... Perdona, no te había visto..., estaba pensando en ti, como ya sabes; por mucho que me pierda y muchas vueltas que dé siempre termino a la puerta de tu casa, al fin y al cabo solamente pienso en ti 34 horas al día.../.

LA GRACIA

“Misericordia y verdad se encuentran. Justicia y felicidad se besan” (Sal 85,11)

«La humanidad, amigos míos, es débil y necia. A todos nos han dicho que en el universo existe la gracia, pero, en nuestra humana necedad y miopía, pensamos que la gracia divina es finita y, por eso, temblamos. Ha llegado el momento en que nuestros ojos se han abierto, y ahora vemos que la gracia es infinita y nos percatamos de ello.

La gracia... no nos exige nada, salvo que la esperemos con confianza y la reconozcamos con gratitud. La gracia... no pone condiciones ni señala a ninguno de nosotros en particular; la gracia nos introduce... a todos en su seno y proclama una amnistía general.

Se nos da lo que hemos elegido, y lo que hemos rehusado... nos es concedido. ¡Ay, lo que hemos rechazado es derramado en abundancia sobre nosotros!».

[“El festín de Babette”, Isak Dinesen (Karen Blixen)]

 

 

viernes, 11 de enero de 2019

JESÚS, EL CRISTO SIEMPRE VIVO... 0


Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
(Lc 1, 78-79).

INTRODUCCIÓN

Nos disponemos a presentar en forma de preguntas y respuestas el misterio de la vida de Jesús. Nadie, sin embargo, puede decir del todo quién es otro, como tampoco y más radicalmente aún podemos decir totalmente quiénes somos nosotros mismos. Encontramos a los otros en la medida en que nos abrimos a la manifestación de su misterio más allá de lo externo y lo sabido, cuando les dejamos ser ellos mismos, aunque a veces, casi sin darnos cuenta, los reduzcamos a nuestra propia perspectiva o interés. Por tanto, nuestro camino será necesariamente una cierta apertura para dejar a Jesús ser él mismo sin reducirlo rápidamente a lo conocido, a lo significativo para lo que ya somos o a lo adaptable a nuestras formas actuales de vivir y pensar. Al terminar el trayecto que ahora nos disponemos a comenzar, quizá estemos más cerca del personaje, pero su vida será siempre suya y no nuestra, habrá una profundidad de su persona no agotada ni reducible a lo que nosotros queramos que sea.
Además, con Jesús nos encontramos con un problema añadido, y es que quiso reflejar el misterio mismo de Dios. Tanto es así que los suyos terminaron por confesarle como Hijo de Dios, perteneciente al ámbito divino aun sin perder la humanidad que habían conocido. Esta presencia del misterio de Dios en él reduplica la hondura inagotable de su ser y en algún sentido hace que nuestras palabras sean débiles para la descripción, pues Dios es justo aquel a quien de ninguna manera podemos controlar con nuestros sistemas de medidas y análisis. Su misterio sólo se comprende finalmente en una relación personal, por eso sólo quien participó de ella otorgando confianza y seguimiento a los pasos de Jesús podrán hablar de él con verdad.
Nosotros, ¿de qué Jesús vamos a hablar? Presentaremos no sólo al Jesús que un espectador escéptico y descomprometido pudo ver mirando de lejos cómo actuaba y qué decía, sino al que conocieron los que se dejaron llevar por su forma de ser y de actuar. Éstos vieron los mismos hechos, pero comprendieron su profundidad desde dentro. Éstos afirmaron que al igual que Jesús vivió a su lado por los caminos de Galilea, en la actualidad vive con los que se abren a su presencia, escuchando la memoria de su vida y siguiendo sus huellas.
Hablaremos, por tanto, de un Jesús que vivió humano entre los humanos, pero que vive también participando personalmente de la vida de Dios. De un Jesús que es pasado y que es presente. Que tiene capacidad para atraer por lo que hizo y dijo antaño, así como capacidad de dar esperanza por lo que ofrece hogaño. Que tuvo presencia en un ayer puntual de la historia, pero que de la misma manera se presenta en nuestro hoy como vida personal que genera libertad, comunión y justicia en quien lo acoge.
Hablaremos así del Jesús que conocieron y conocen los cristianos que es mayor que el Jesús que presentan los historiadores, sin que esto suponga contradicción. La base de nuestra reflexión serán los evangelios que, juntos, son sin duda la forma más profunda de exposición de su misterio en forma narrativa. Por eso será conveniente que el lector se detenga en las citas que se apuntan a lo largo del texto.

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)

JESÚS, EL CRISTO SIEMPRE VIVO... 1


1. ¿POR QUÉ PREGUNTAR(SE) POR JESÚS?

Cuando preguntamos por alguien aceptamos el reto de entrar en un mundo nuevo. Esa persona aparece ante nosotros invitándonos a conocerla, a comprenderla, a reconocerla yendo más allá de nuestro pequeño mundo. A medida que vamos conociendo datos de su vida, la pregunta se vuelve hacia nosotros: «y tú, ¿qué dices de mí?».
En el relato bíblico de los orígenes, el hombre debe poner nombres a la realidad que va apareciendo ante sí (Gn 2,19). Poner un nombre, decir con verdad qué es lo que tenemos delante o quién es el que nos sale al encuentro es una obligación de vida. Por ello es necesario respetar el valor de las cosas y personas en sí mismas y no sólo mirarlas desde lo que pueden ser y quiere uno que sea para él. Sabemos que podemos dar nombres falsos, decir las cosas con error o con mentira y así crear mundo irreales o perversos. Por eso, cada día hemos de vivir con los ojos abiertos y la humildad de quien acepta que la realidad está habitada por una grandeza mayor que nuestras palabras y definiciones, y que preguntar es abrir las puertas para que esta grandeza vaya mostrándose y enriqueciéndonos cada día más.
En este sentido, la pregunta por Jesús debería formar parte de nuestras reflexiones culturales. No se puede pasear por las calles de nuestras ciudades sin encontrar huellas de su nombre, de su herencia, de su paso. No se pueden leer los libros de nuestras bibliotecas sin encontrar referencias a su vida y a sus palabras, aunque a veces ya no se reconozcan. No se puede contemplar el arte de nuestra historia sin toparse con su cuerpo representado en mil formas diferentes. No podemos entrar en nuestro interior sin descubrir cercana o lejana, buscada o no su presencia esté viva o muerta. Quizá en los días de este nuevo siglo su imagen aparezca como aquellos restos arqueológicos cubiertos por las soberbias construcciones humanas, pero ahí está en el subsuelo de nuestra cultura y de nuestra vida.
Jesús vive, por tanto, como un permanente 'rumor' que busca quien pregunte por él para decir su verdad en un diálogo amistoso. Vive como 'imagen' que busca una retina que se fije con paciencia y aprecie la belleza escondida de su rostro. Vive como 'extraño compañero' que busca un corazón que reconozca el anhelo de vida que le habita y quiera aceptar un poco de agua viva en las fuentes de su ser.
Y esto vale para los creyentes que le conocen y que, sin embargo, deben preguntarse si no lo han apresado en sus inercias de vida deformando si íntimo misterio. Y vale para los que ya no creen, que pueden preguntarse si lo que abandonaron no fue simplemente una caricatura. Y vale igualmente para los que le rechazan porque en la lucha contra él pueden ser vencidos por la luminosidad de su verdad.
Preguntarse por Jesús es preguntar por su historia antes que por nuestros sentimientos frente a él, es dejarse acompañar por sus palabras y sus gestos, por su acción y su pasión, y dejarse interrogar por lo descubierto. Preguntarse por Jesús es preguntar también por qué tantos le han entregado su vida, por qué tantos le han perseguido, quién es éste que ha centrado la historia con su nacimiento, cuál es el misterio de su persona.
Finalmente, tendríamos que decir que preguntar por Jesús será dejar que nuestras preguntas sobre él pasen a ser preguntas sobre nosotros mismos frente a él.

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)

JESÚS EL CRISTO SIEMPRE VIVO... 2


2. ¿DÓNDE PODEMOS ENCONTRAR A JESÚS?

Como hemos dicho, sus huellas se esparcen por todos los rincones de nuestra vida: los exteriores sociales y los interiores personales. Pero, ¿encontramos en algún sitio una imagen concreta, asequible y veraz de su persona? Los textos del Nuevo Testamento, en especial los evangelios, nos ofrecen esta imagen. En ellos se nos presenta la figura de Jesús. No en forma de reportaje periodístico, ni como una crónica histórica que apunte cada paso y cada lugar, cada día y cada acción, sino como testimonio de aquellos que habiendo compartido vida con él, recogen los recuerdos e impresiones, las palabras y las acciones que hicieron imborrable su persona, y los ordenan intentando mostrar su lógica y su sentido a partir del final, cuando ya está todo dicho y hecho. Tenemos allí el testimonio de quienes no sólo fueron fríos espectadores de hechos vistos en su exterioridad, sino el de los elegidos por Jesús para conocer el corazón de su vida, sus intenciones y su misión, y compartirla. Son éstos los que contaron, los que tras su muerte pusieron en circulación la historia de Jesús. Conociendo los hechos y el espíritu que los habitaba, los narraron según su propio carácter, perspectiva y situación. Así, poco a poco, la figura de Jesús fue apareciendo con múltiples retratos como podemos apreciar en los relatos de los cuatro evangelistas.
Algunos han puesto en duda la verdad histórica de estos relatos debido a que a veces parecen excesivos en sus afirmaciones, increíbles en sus narraciones, contradictorios entre sí o demasiado adaptados a la vida de las comunidades posteriores. Incluso han llegado a hablar de la vida de Jesús como un invento total, pero una y otra vez en los especialistas vuelve a aparecer la confianza en la veracidad global de los evangelios. No aquella credulidad fundamentalista de los que se encierran en sus prejuicios sin querer escuchar las críticas, sino la de quien acepta los retos y provocaciones, y busca más hondo. Si a lo largo de los dos últimos siglos se ha puesto en duda casi todo de la vida de Jesús, hoy los mismos investigadores miran con una confianza renovada. Podemos descubrir -nos dicen- la figura histórica de Jesús en esos textos, aunque haya que aceptar que presentan una historia envuelta en la fe de los que le siguieron. A los que vieron, oyeron y tocaron no les importó añadir datos, transformar alguno de ellos, recomponer situaciones para expresar la verdad honda de lo que habían vivido, para ofrecer una imagen exterior de lo que sucedía en el interior de Jesús y de sus relaciones, para dejar constancia de lo que ellos habían comprendido: que en Jesús Dios mismo había visitado la historia de los hombres.
Dos datos nos invitan a la confianza global en la fidelidad de estos relatos a la historia de Jesús. El primero es la investigación histórica de los últimos siglos. De ningún otro texto religioso se han puesto en duda con críticas tan radicales la verdad de su protagonista y, sin embargo, la misma investigación reconoce la fuerza con que se sostiene y se levanta frente a toda crítica la figura de Jesús allí presentada. Para ello, eso sí, ha de rechazarse una lectura fundamentalista que pretendiera que cada afirmación evangélica corresponda a un dato históricamente concreto de la vida de Jesús. Quizá podamos decir que los que han dado por muerto el texto evangélico como ámbito de conocimiento histórico, le han visto recobrar la vida al paso de una generación. El segundo es que hoy podemos encontrar testigos que nos dicen con su vida que el Jesús de los evangelios es real. Testigos que son capaces de entregar la vida entera para dejarse habitar por el Jesús allí ofrecido y que así hacen presentes sus sentimientos y palabras, sus gestos y su misión. Ellos, como Andrés a su hermano, nos dicen: “Hemos encontrado...” (Jn 1,41). Y nosotros, como ellos, podemos acercarnos y ver pasar su figura de lejos o de cerca, actualizándola y confiándonos a ella.
Jesús acepta ser sólo una figura histórica que nos ayuda a pensar nuestra humanidad, pero busca ser un hermano, un amigo con el que descubramos el gran misterio de la vida que no es sino el amor de carne y hueso, de barro y Espíritu de Dios para con nosotros. Para ello se nos presenta como un hombre de la historia, personaje pasado que aparece en la carne de las palabras evangélicas que pueden ser hojeadas al ritmo de cada cual.

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)

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3. ¿QUÉ APORTA LA IGLESIA PARA ENCONTRAR A JESÚS?

Hay que decir que no hay Jesús sin Iglesia. O mejor, que sin Iglesia Jesús se habría quedado enterrado entre las ruinas de la historia. Sin la Iglesia no podemos llegar a él ni siquiera como un personaje histórico con unos mínimos rasgos personales. Ya hemos dicho que son los evangelios los que nos ofrecen la figura de Jesús, pero estos textos han sido compuestos y conservados en la Iglesia para su propia vida. Son fruto de su misma existencia, que pone por escrito los recuerdos sagrados de los que vive y celebra como presentes en sus sacramentos. Bastaría decir, como ha afirmado algún estudioso, que ni los sacerdotes del templo, ni Pilato, ni los que le vieron y le dejaron pasar de largo nos ofrecen nada para llegar a él. Sólo los suyos, su Iglesia, quisieron unir a su presencia viva que sentían cercana la historia vivida con él en los caminos de Palestina. Historia en la que habían palpado la verdad y la bondad de Dios. Por otra parte, fue la Iglesia la que discernió entre historias fidedignas de Jesús que acogió y ofreció como vinculantes (los cuatro evangelios), y otras no aceptables porque deformaban la vida de Jesús o simplemente eran fruto de leyendas piadosas de buena voluntad (incluso si contenían algún dato histórico). Pero además de esta 'primera' Iglesia, la Iglesia 'actual' ofrece la posibilidad de convertir el encuentro con un personaje histórico en una relación viva con él. En ella las palabras sobre Jesús cobran aliento de vida, y el recuerdo de Jesús puede convertirse en relación personal con él.
Con la Iglesia y en la Iglesia podemos descubrir no sólo las palabras de Jesús sino su voz, no sólo su recuerdo sino su compañía, no sólo sus historias de humanidad nueva sino su Espíritu de renovación activa. Junto a los que le confiesan vivo podemos leer su historia y ver cómo se hace presente hoy. Es ésta la misión que Cristo encomendó a su Iglesia y, a pesar de sus errores, aquellos que consiguen superar el antiguo prejuicio (¿es que de Nazaret puede salir algo bueno?) podrán descubrir, en esta pequeña tierra nazarena que es la Iglesia, la buena noticia del Evangelio de Jesús.
La segunda generación de cristianos vio a Jesús de la mano de Pedro, de Felipe, de los primeros testigos... y fueron dichosos sin haber visto a Jesús (Jn 20,29). Jesús sigue atado a aquella promesa suya de no abandonarnos (Mt 28, 20) y, a través del texto evangélico y de sus discípulos que lo ofrecen con fe, sale al encuentro del hombre para proclamar de nuevo las bienaventuranzas.
Existe un antiguo relato en el que Felipe, uno de los apóstoles, es llevado por el Espíritu hasta el carruaje de un hombre que leía sobre Jesús sin llegar a comprender. Una vez allí, se hace invitar por él para, con paciencia y humildad, contarle la vieja historia de Jesús (Hch 8, 26-40). Ésta es la misión de la Iglesia. Sin ella desgraciadamente Jesús se va diluyendo entre las incomprensiones y los intereses de los hombres. Es Jesús mismo quien parece no querer darse a conocer si no es por los suyos, aunque tenga que aceptar que son sólo un pálido reflejo de su grandeza.

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)