martes, 16 de octubre de 2018

El Espíritu. Misterio de Dios y del mundo...1


EL ESPÍRITU, Misterio de Dios y del mundo
PROLEGÓMENOS

1 ¿De dónde viene la pregunta por el Espíritu?
El Espíritu no aparece como quien está delante para una relación o un reconocimiento. En la Escritura aparece descrito a través de una simbología que utiliza elementos que, siendo lo que son, suscitan una reflexión en la persona sobre la misma realidad. Estos son al menos el ‘aliento’, el ‘viento’, el ‘agua’ y el ‘fuego’. Estos términos describen realidades concretas del mundo que se revelan con un misterio interior que desde siempre ha fascinado al ser humano y que en alguna medida nunca ha podido dominar. Perdemos el aliento o cobramos aliento más allá de nuestra voluntad; el viento va y viene y no se puede someter a un recorrido predeterminado por la voluntad humana; el agua fecunda la tierra sin poner en ella nada que, en apariencia, no tenga ya, necesitándola sin embargo para ser fecundada; el fuego consume la realidad, la volatiliza, sin por otra parte apropiársela… Realidades todas concretas, conocidas a la vez que misteriosas, fuertemente sugerentes, que envían a la reflexión humana más allá de ellas mismas. Realidades ambivalentes, por otra parte. Llenas de vitalidad vivificadora: suave brisa que calma, lluvia fecunda que esponja la tierra, fuego que acoge creando hogar en torno a sí… Pero igualmente llenas de potencia destructiva: viento huracanado que destruye, mares que tragan la realidad en su abismo, fuego devorador que calcina cuerpos, ciudades y campos…
La realidad apunta desde sí misma, en la mirada del ser humano que ve y quiere entender, hacia un misterio de fuerza y fecundidad, de vitalidad fontal y presencia indomeñable, de hospitalidad conciliadora e inquietud permanente… El mundo es conocido, la realidad es lo que es, pero todo empuja igualmente a comprender que estamos habitados por una hondura mayor que el estar ahí de las cosas y de nosotros mismos. Todo está habitado por un aliento inaferrable que suscita preguntas al compás de nuestro mismo respirar vital, inconsciente, involuntario, necesario, propio y libre frente a nosotros, otorgado por la vida o quizá por el reverso creador de esta vida, eso que llamamos Dios.
La fe en el Espíritu aparece, pues, como respuesta humana a la pregunta por ese fondo misterioso en el que habitamos y que nos mueve, sin robarnos el ser, pero sin dejarnos coincidir del todo con la realidad que se manifiesta en toda criatura y en todos sus movimientos. Por eso en el comienzo de la reflexión humana el espíritu aparecerá en plural, como espíritus: el espíritu del viento, la lluvia, de la madre tierra, del fuego, de los antepasados, del destino… como presencia fugitiva, pluriforme. Su verdad última no se descubrirá al principio, pues en estas primeras intuiciones solo está el asombro del ser humano ante el mundo en su dimensión más honda.

(El Espíritu, Misterio de Dios y del mundo; Francisco García Martínez. Ed. CCS)

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