EL ESPÍRITU, Misterio de Dios y del mundo
PROLEGÓMENOS
1 ¿De dónde viene la pregunta por el Espíritu?
El Espíritu no aparece como quien está delante
para una relación o un reconocimiento. En la Escritura aparece descrito a
través de una simbología que utiliza elementos que, siendo lo que son, suscitan
una reflexión en la persona sobre la misma realidad. Estos son al menos el ‘aliento’, el ‘viento’, el ‘agua’ y el ‘fuego’. Estos términos describen
realidades concretas del mundo que se revelan con un misterio interior que
desde siempre ha fascinado al ser humano y que en alguna medida nunca ha podido
dominar. Perdemos el aliento o cobramos aliento más allá de nuestra voluntad;
el viento va y viene y no se puede someter a un recorrido predeterminado por la
voluntad humana; el agua fecunda la tierra sin poner en ella nada que, en
apariencia, no tenga ya, necesitándola sin embargo para ser fecundada; el fuego
consume la realidad, la volatiliza, sin por otra parte apropiársela… Realidades
todas concretas, conocidas a la vez que misteriosas, fuertemente sugerentes,
que envían a la reflexión humana más allá de ellas mismas. Realidades
ambivalentes, por otra parte. Llenas de vitalidad vivificadora: suave brisa que
calma, lluvia fecunda que esponja la tierra, fuego que acoge creando hogar en
torno a sí… Pero igualmente llenas de potencia destructiva: viento huracanado
que destruye, mares que tragan la realidad en su abismo, fuego devorador que
calcina cuerpos, ciudades y campos…
La realidad apunta desde sí misma, en la mirada
del ser humano que ve y quiere entender, hacia un misterio de fuerza y
fecundidad, de vitalidad fontal y presencia indomeñable, de hospitalidad
conciliadora e inquietud permanente… El mundo es conocido, la realidad es lo
que es, pero todo empuja igualmente a comprender que estamos habitados por una
hondura mayor que el estar ahí de las cosas y de nosotros mismos. Todo está
habitado por un aliento inaferrable que suscita preguntas al compás de nuestro
mismo respirar vital, inconsciente, involuntario, necesario, propio y libre
frente a nosotros, otorgado por la vida o quizá por el reverso creador de esta
vida, eso que llamamos Dios.
La fe en el Espíritu aparece, pues, como
respuesta humana a la pregunta por ese fondo misterioso en el que habitamos y
que nos mueve, sin robarnos el ser, pero sin dejarnos coincidir del todo con la
realidad que se manifiesta en toda criatura y en todos sus movimientos. Por eso
en el comienzo de la reflexión humana el espíritu aparecerá en plural, como
espíritus: el espíritu del viento, la lluvia, de la madre tierra, del fuego, de
los antepasados, del destino… como presencia fugitiva, pluriforme. Su verdad
última no se descubrirá al principio, pues en estas primeras intuiciones solo
está el asombro del ser humano ante el mundo en su dimensión más honda.
(El
Espíritu, Misterio de Dios y del mundo; Francisco García Martínez. Ed. CCS)
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