4.- MIRAR EN LA ORACIÓN CON OJOS CONTEMPLATIVOS
Esquematizando un poco, hablar de
misticismo es hablar de conocimiento de Dios experiencial en vez de un conocimiento de Dios meramente mental o
cognitivo. Cuando experimentamos realmente lo divino, pasamos naturalmente a un
nivel de conciencia más elevado (o profundo). Cuando la mayor parte de la gente
oye la palabra místico piensa que
significa algo imposible para la mayoría de nosotros, o solamente disponible
para quienes llevan veinticinco años entregados a una vida ascética. Pero no,
los encuentros místicos los pueden tener personas que son todavía débiles y
pecadoras, como deja bien claro Jesús en muchos pasajes evangélicos (el hijo
pródigo, la mujer "que era una pecadora" o la parábola del publicano
y el fariseo, por ejemplo).
Un momento místico o unitivo no es algo a
lo que se pueda acceder con el hemisferio izquierdo del cerebro, sino con todo
el cerebro -con ambos hemisferios, derecho e izquierdo- y el corazón, es decir,
con el cuerpo y el alma juntos. ¡Es un intuitivo asir la totalidad mediante la totalidad!
Esto es lo que lo hace tan convincente y transformador.
Dios es una palabra más para designar el
núcleo de todas las cosas y la totalidad de las cosas en su más precisa
interconexión. Cuando decimos que amamos a Dios estamos diciendo que amamos todo.
La religión inmadura deviene en una excusa para no amar toda una serie de
cosas, lo que revela que no tenemos aún una auténtica experiencia de Dios. Una
vez que hemos tenido una experiencia unitiva con Dios, con la realidad o
incluso con nosotros mismos, nuestra vida mostrará invariablemente dos cosas: “una
confianza sosegada y una gratitud alegre”.
Por eso los míticos pueden amar a sus
enemigos, por eso pueden amar al extranjero, al forastero, al que no es de
aquí, al marginado. No hacen las distinciones que hace la religión de bajo
nivel. La religión de bajo nivel es más tribal, es un constructo social para
mantener cohesionado a un grupo concreto. Hay quien piensa de esta manera:
"Soy católico porque soy irlandés" o "soy católico porque soy
italiano". Esto es una simple identificación grupal, muy alejada de la
experiencia mística y que a menudo se convierte en una evitación de ésta, algo
que echa en cara Jesús a sus compatriotas judíos que pretenden ser superiores
por ser "hijos de Abraham" (Lc 3,8); y en otra ocasión dice también
que las piedras debajo de sus pies podrían ser más fructíferas que el fútil
empeño por privilegiar al grupo o a la sangre (Mt 3,9).
(Fr. Richard Rohr, OFM)
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