viernes, 11 de enero de 2019

JESÚS, EL CRISTO SIEMPRE VIVO... 6


6. ¿QUÉ HIZO JESÚS CUANDO NO HIZO NADA QUE SEPAMOS?

Realmente sabemos muy poco -casi nada- de la vida de Jesús antes de que iniciara su actividad pública. Ni siquiera de la primera infancia, de la que poseemos los relatos de Mateo y Lucas, podemos decir mucho. Estos relatos son fundamentalmente una forma narrativa de adelantar lo que iba a ser Jesús y sintetizar, a modo de prólogo, su vida entera. Algo así como la obertura de una zarzuela que se compone de pequeños retazos de lo que van a ser las melodías principales de la obra. En ellos se mezclan datos posiblemente históricos con una lectura del misterio de Jesús de su vida, de su muerte y de su resurrección a la luz del AT.
Más fiables históricamente parecen las referencias indirectas a esta etapa que encontramos en su ministerio público. A partir de ellas podemos decir que vivió en una familia amplia y bien integrado socialmente, que la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida fue Nazaret, en la que era conocido aunque sin poseer especial relevancia (Mc 6, 1-3). También que trabajó como obrero manual aunque no sabemos si por cuenta propia o como contratado. Sabemos que por esos años de vida oculta, el crecimiento de algunas ciudades circundantes, como por ejemplo Séforis, fue especialmente significativo y podría ser probable que hubiera trabajado no sólo en su ciudad sino también en estas otras. Si esto es así, habría tenido un domicilio fijo sólo relativamente. Pese a mostrar una sensibilidad especial para la contemplación de los ritmos de la naturaleza, como se observa en sus parábolas, no parece que haya trabajado ni como agricultor o ganadero ni como pescador. Su formación es importante, ya que podrá discutir en sinagogas o espacios públicos con los maestros de la ley, fariseos y saduceos, a su misma altura. Es posible que hubiera frecuentado ámbitos de renovación espiritual, tanto locales como más amplios, en especial el movimiento en torno a Juan el Bautista. Lo dicho lo sitúa, por tanto, como un hombre más entre los suyos.
Si ahora preguntáramos a partir de la actividad que desarrolló después de su bautismo y nos fijáramos en la experiencia religiosa personal que deja entrever en su actividad podríamos decir que Jesús durante su vida oculta se dedicó a dejar que Dios mismo habitara y configurara su humanidad hasta hacerla cuerpo suyo. Durante mucho tiempo, en la Iglesia hemos pensado que la humanidad de Jesús era una especie de superabundancia habitada por el poder y la sabiduría de su divinidad, de tal manera que todo lo sabría y lo podría en cada uno de los momentos de su vida histórica, aunque escondiera estas cualidades por simple humildad o táctica. Sin embargo, Jesús fue verdaderamente hombre y tuvo que aprender a vivir su humanidad para hacerla como Dios quería. Esto lleva tiempo, ya que el hombre es un ser histórico. No se trata de pasar de una mala humanidad (defectuosa, pecadora) a una buena, sino de construir una humanidad que pudiera transparentar la presencia de Dios. Esto supone que hubo de ir configurando la sensibilidad la forma de pensar, la forma de mirar, la forma de actuar... al contacto con la realidad del mundo que poco a poco le salía al encuentro en su vida temporal. Esto es lo que hizo Jesús en su vida oculta: dejarse modelar por la presencia divina en él, mientras su humanidad se iba formando al contacto con la vida cotidiana. Así es como posteriormente en la vida pública podrá aparecer su mirada como mirada de Dios, sus pasos como pasos de Dios por este mundo, sus gestos como mano tendida de Dios mismo, sus sentimientos como tristeza o alegría, compasión o cólera de Dios... y su humanidad entera como espacio de encuentro del hombre con Dios.

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)

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