6. ¿QUÉ HIZO JESÚS CUANDO NO HIZO NADA QUE
SEPAMOS?
Realmente sabemos muy poco -casi nada- de la vida de
Jesús antes de que iniciara su actividad pública. Ni siquiera de la
primera infancia, de la que poseemos los relatos de Mateo y Lucas,
podemos decir mucho. Estos relatos son fundamentalmente una forma
narrativa de adelantar lo que iba a ser Jesús y sintetizar, a modo
de prólogo, su vida entera. Algo así como la obertura de una
zarzuela que se compone de pequeños retazos de lo que van a ser las
melodías principales de la obra. En ellos se mezclan datos
posiblemente históricos con una lectura del misterio de Jesús de su
vida, de su muerte y de su resurrección a la luz del AT.
Más fiables históricamente parecen las referencias
indirectas a esta etapa que encontramos en su ministerio público. A
partir de ellas podemos decir que vivió en una familia amplia y bien
integrado socialmente, que la ciudad donde pasó la mayor parte de su
vida fue Nazaret, en la que era conocido aunque sin poseer especial
relevancia (Mc 6, 1-3). También que trabajó como obrero manual
aunque no sabemos si por cuenta propia o como contratado. Sabemos que
por esos años de vida oculta, el crecimiento de algunas ciudades
circundantes, como por ejemplo Séforis, fue especialmente
significativo y podría ser probable que hubiera trabajado no sólo
en su ciudad sino también en estas otras. Si esto es así, habría
tenido un domicilio fijo sólo relativamente. Pese a mostrar una
sensibilidad especial para la contemplación de los ritmos de la
naturaleza, como se observa en sus parábolas, no parece que haya
trabajado ni como agricultor o ganadero ni como pescador. Su
formación es importante, ya que podrá discutir en sinagogas o
espacios públicos con los maestros de la ley, fariseos y saduceos, a
su misma altura. Es posible que hubiera frecuentado ámbitos de
renovación espiritual, tanto locales como más amplios, en especial
el movimiento en torno a Juan el Bautista. Lo dicho lo sitúa, por
tanto, como un hombre más entre los suyos.
Si ahora preguntáramos a partir de la actividad que
desarrolló después de su bautismo y nos fijáramos en la
experiencia religiosa personal que deja entrever en su actividad
podríamos decir que Jesús durante su vida oculta se dedicó a dejar
que Dios mismo habitara y configurara su humanidad hasta hacerla
cuerpo suyo. Durante mucho tiempo, en la Iglesia hemos pensado que la
humanidad de Jesús era una especie de superabundancia habitada por
el poder y la sabiduría de su divinidad, de tal manera que todo lo
sabría y lo podría en cada uno de los momentos de su vida
histórica, aunque escondiera estas cualidades por simple humildad o
táctica. Sin embargo, Jesús fue verdaderamente hombre y tuvo que
aprender a vivir su humanidad para hacerla como Dios quería. Esto
lleva tiempo, ya que el hombre es un ser histórico. No se trata de
pasar de una mala humanidad (defectuosa, pecadora) a una buena, sino
de construir una humanidad que pudiera transparentar la
presencia de Dios. Esto supone que hubo de ir configurando la
sensibilidad la forma de pensar, la forma de mirar, la forma de
actuar... al contacto con la realidad del mundo que poco a poco le
salía al encuentro en su vida temporal. Esto es lo que hizo Jesús
en su vida oculta: dejarse modelar por la presencia divina en él,
mientras su humanidad se iba formando al contacto con la vida
cotidiana. Así es como posteriormente en la vida pública podrá
aparecer su mirada como mirada de Dios, sus pasos como pasos de Dios
por este mundo, sus gestos como mano tendida de Dios mismo, sus
sentimientos como tristeza o alegría, compasión o cólera de
Dios... y su humanidad entera como espacio de encuentro del hombre
con Dios.
(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García
Martínez. CCS)
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