3. ¿QUÉ APORTA LA IGLESIA PARA ENCONTRAR A JESÚS?
Hay que decir que no hay Jesús sin Iglesia. O mejor,
que sin Iglesia Jesús se habría quedado enterrado entre las ruinas
de la historia. Sin la Iglesia no podemos llegar a él ni siquiera
como un personaje histórico con unos mínimos rasgos personales. Ya
hemos dicho que son los evangelios los que nos ofrecen la figura de
Jesús, pero estos textos han sido compuestos y conservados en la
Iglesia para su propia vida. Son fruto de su misma existencia, que
pone por escrito los recuerdos sagrados de los que vive y celebra
como presentes en sus sacramentos. Bastaría decir, como ha afirmado
algún estudioso, que ni los sacerdotes del templo, ni Pilato, ni
los que le vieron y le dejaron pasar de largo nos ofrecen nada para
llegar a él. Sólo los suyos, su Iglesia, quisieron unir a su
presencia viva que sentían cercana la historia vivida con él en los caminos de Palestina. Historia en la que habían palpado la verdad y
la bondad de Dios. Por otra parte, fue la Iglesia la que discernió
entre historias fidedignas de Jesús que acogió y ofreció como
vinculantes (los cuatro evangelios), y otras no aceptables porque
deformaban la vida de Jesús o simplemente eran fruto de leyendas
piadosas de buena voluntad (incluso si contenían algún dato
histórico). Pero además de esta 'primera' Iglesia, la
Iglesia 'actual' ofrece la posibilidad de convertir el encuentro con
un personaje histórico en una relación viva con él. En ella las
palabras sobre Jesús cobran aliento de vida, y el recuerdo de Jesús
puede convertirse en relación personal con él.
Con la Iglesia y en la Iglesia podemos descubrir no sólo
las palabras de Jesús sino su voz, no sólo su recuerdo sino su
compañía, no sólo sus historias de humanidad nueva sino su
Espíritu de renovación activa. Junto a los que le confiesan vivo
podemos leer su historia y ver cómo se hace presente hoy. Es ésta
la misión que Cristo encomendó a su Iglesia y, a pesar de sus errores, aquellos que consiguen superar el antiguo prejuicio (¿es
que de Nazaret puede salir algo bueno?) podrán descubrir, en
esta pequeña tierra nazarena que es la Iglesia, la buena noticia del
Evangelio de Jesús.
La segunda generación de cristianos vio a Jesús de la
mano de Pedro, de Felipe, de los primeros testigos... y fueron
dichosos sin haber visto a Jesús (Jn 20,29). Jesús sigue atado a
aquella promesa suya de no abandonarnos (Mt 28, 20) y, a través del
texto evangélico y de sus discípulos que lo ofrecen con fe, sale al
encuentro del hombre para proclamar de nuevo las bienaventuranzas.
Existe un antiguo relato en el que Felipe, uno de los
apóstoles, es llevado por el Espíritu hasta el carruaje de un
hombre que leía sobre Jesús sin llegar a comprender. Una vez allí,
se hace invitar por él para, con paciencia y humildad, contarle la
vieja historia de Jesús (Hch 8, 26-40). Ésta es la misión de la
Iglesia. Sin ella desgraciadamente Jesús se va diluyendo entre las
incomprensiones y los intereses de los hombres. Es Jesús mismo quien
parece no querer darse a conocer si no es por los suyos, aunque tenga
que aceptar que son sólo un pálido reflejo de su grandeza.
(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García
Martínez. CCS)
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