viernes, 11 de enero de 2019

JESÚS, EL CRISTO SIEMPRE VIVO... 0


Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
(Lc 1, 78-79).

INTRODUCCIÓN

Nos disponemos a presentar en forma de preguntas y respuestas el misterio de la vida de Jesús. Nadie, sin embargo, puede decir del todo quién es otro, como tampoco y más radicalmente aún podemos decir totalmente quiénes somos nosotros mismos. Encontramos a los otros en la medida en que nos abrimos a la manifestación de su misterio más allá de lo externo y lo sabido, cuando les dejamos ser ellos mismos, aunque a veces, casi sin darnos cuenta, los reduzcamos a nuestra propia perspectiva o interés. Por tanto, nuestro camino será necesariamente una cierta apertura para dejar a Jesús ser él mismo sin reducirlo rápidamente a lo conocido, a lo significativo para lo que ya somos o a lo adaptable a nuestras formas actuales de vivir y pensar. Al terminar el trayecto que ahora nos disponemos a comenzar, quizá estemos más cerca del personaje, pero su vida será siempre suya y no nuestra, habrá una profundidad de su persona no agotada ni reducible a lo que nosotros queramos que sea.
Además, con Jesús nos encontramos con un problema añadido, y es que quiso reflejar el misterio mismo de Dios. Tanto es así que los suyos terminaron por confesarle como Hijo de Dios, perteneciente al ámbito divino aun sin perder la humanidad que habían conocido. Esta presencia del misterio de Dios en él reduplica la hondura inagotable de su ser y en algún sentido hace que nuestras palabras sean débiles para la descripción, pues Dios es justo aquel a quien de ninguna manera podemos controlar con nuestros sistemas de medidas y análisis. Su misterio sólo se comprende finalmente en una relación personal, por eso sólo quien participó de ella otorgando confianza y seguimiento a los pasos de Jesús podrán hablar de él con verdad.
Nosotros, ¿de qué Jesús vamos a hablar? Presentaremos no sólo al Jesús que un espectador escéptico y descomprometido pudo ver mirando de lejos cómo actuaba y qué decía, sino al que conocieron los que se dejaron llevar por su forma de ser y de actuar. Éstos vieron los mismos hechos, pero comprendieron su profundidad desde dentro. Éstos afirmaron que al igual que Jesús vivió a su lado por los caminos de Galilea, en la actualidad vive con los que se abren a su presencia, escuchando la memoria de su vida y siguiendo sus huellas.
Hablaremos, por tanto, de un Jesús que vivió humano entre los humanos, pero que vive también participando personalmente de la vida de Dios. De un Jesús que es pasado y que es presente. Que tiene capacidad para atraer por lo que hizo y dijo antaño, así como capacidad de dar esperanza por lo que ofrece hogaño. Que tuvo presencia en un ayer puntual de la historia, pero que de la misma manera se presenta en nuestro hoy como vida personal que genera libertad, comunión y justicia en quien lo acoge.
Hablaremos así del Jesús que conocieron y conocen los cristianos que es mayor que el Jesús que presentan los historiadores, sin que esto suponga contradicción. La base de nuestra reflexión serán los evangelios que, juntos, son sin duda la forma más profunda de exposición de su misterio en forma narrativa. Por eso será conveniente que el lector se detenga en las citas que se apuntan a lo largo del texto.

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)

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