Por
la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos
visitará el sol que nace de lo alto,
para
iluminar a los que viven en tinieblas
y
en sombra de muerte
y
guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
(Lc 1, 78-79).
INTRODUCCIÓN
Nos disponemos a presentar en forma de preguntas y
respuestas el misterio de la vida de Jesús. Nadie, sin embargo,
puede decir del todo quién es otro, como tampoco y más radicalmente
aún podemos decir totalmente quiénes somos nosotros mismos.
Encontramos a los otros en la medida en que nos abrimos a la
manifestación de su misterio más allá de lo externo y lo sabido,
cuando les dejamos ser ellos mismos, aunque a veces, casi sin darnos
cuenta, los reduzcamos a nuestra propia perspectiva o interés. Por
tanto, nuestro camino será necesariamente una cierta apertura para
dejar a Jesús ser él mismo sin reducirlo rápidamente a lo
conocido, a lo significativo para lo que ya somos o a lo adaptable a
nuestras formas actuales de vivir y pensar. Al terminar el trayecto
que ahora nos disponemos a comenzar, quizá estemos más cerca del
personaje, pero su vida será siempre suya y no nuestra, habrá una
profundidad de su persona no agotada ni reducible a lo que nosotros
queramos que sea.
Además, con Jesús nos encontramos con un problema
añadido, y es que quiso reflejar el misterio mismo de Dios. Tanto es
así que los suyos terminaron por confesarle como Hijo de Dios,
perteneciente al ámbito divino aun sin perder la humanidad que
habían conocido. Esta presencia del misterio de Dios en él
reduplica la hondura inagotable de su ser y en algún sentido hace
que nuestras palabras sean débiles para la descripción, pues Dios
es justo aquel a quien de ninguna manera podemos controlar con
nuestros sistemas de medidas y análisis. Su misterio sólo se
comprende finalmente en una relación personal, por eso sólo quien
participó de ella otorgando confianza y seguimiento a los pasos de
Jesús podrán hablar de él con verdad.
Nosotros, ¿de qué Jesús vamos a hablar? Presentaremos
no sólo al Jesús que un espectador escéptico y descomprometido
pudo ver mirando de lejos cómo actuaba y qué decía, sino al que
conocieron los que se dejaron llevar por su forma de ser y de actuar.
Éstos vieron los mismos hechos, pero comprendieron su profundidad
desde dentro. Éstos afirmaron que al igual que Jesús vivió a su
lado por los caminos de Galilea, en la actualidad vive con los que se
abren a su presencia, escuchando la memoria de su vida y siguiendo
sus huellas.
Hablaremos, por tanto, de un Jesús que vivió humano
entre los humanos, pero que vive también participando personalmente
de la vida de Dios. De un Jesús que es pasado y que es presente. Que
tiene capacidad para atraer por lo que hizo y dijo antaño, así como
capacidad de dar esperanza por lo que ofrece hogaño. Que tuvo
presencia en un ayer puntual de la historia, pero que de la misma
manera se presenta en nuestro hoy como vida personal que genera
libertad, comunión y justicia en quien lo acoge.
Hablaremos así del Jesús que conocieron y conocen los
cristianos que es mayor que el Jesús que presentan los
historiadores, sin que esto suponga contradicción. La base de
nuestra reflexión serán los evangelios que, juntos, son sin duda la
forma más profunda de exposición de su misterio en forma narrativa.
Por eso será conveniente que el lector se detenga en las citas que
se apuntan a lo largo del texto.
(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García
Martínez. CCS)
No hay comentarios:
Publicar un comentario