jueves, 10 de enero de 2019

JESÚS, EL CRISTO SIEMPRE VIVO... 25





25. ¿QUÉ BUSCÁIS? ¿ME SIGUES O ME PERSIGUES?

Terminamos nuestro recorrido con una pregunta que Jesús dirige a los que le preguntan. Y es que sólo se termina de conocer quién es Jesús en un diálogo con él, y no en un interrogatorio sobre él. Hemos indicado un tiempo para saber quién fue, quién es y dónde encontrarle, pero el camino para conocerle no termina ahí. En ese preciso instante en el que le damos un poco de nuestro tiempo, puede volver su rostro y preguntarnos directamente '¿qué buscáis?', como ya hizo antaño. (Jn 1,38). Como aquellos discípulos de Juan, nos hemos acercado para conocer, pero él nos invita a ir más allá: 'venid y veréis'.
El momento culminante de la pregunta por Jesús aparece cuando vuelto con su vida sobre la nuestra, ilumina hasta el último rincón escondido de nuestros anhelos y deseos a veces reconocidos y a veces renegados por miedo, por pereza o falta de confianza en nosotros mismos o en el mundo, o por pura ignorancia. Aparece cuando ante su historia los recursos que hemos utilizado en nuestra vida para idolatrarnos a nosotros mismos, a nuestras ideas y a nuestras formas de vida, se revelan como caminos cerrados, mentiras de las que ni siquiera sabemos salir. Ésta fue la experiencia de san Pablo camino de Damasco. Buscaba y defendía una verdad que estaba en Cristo, pero que no quería ver. Conocía la historia, pero no la compendió hasta que iluminado por Cristo mismo, cayeron las escamas de sus ojos y descubrió que incluso su rechazo y persecución eran una parte de su búsqueda. “¿Por qué me persigues... si soy lo que buscas?” (Hch 9,4ss). A partir de entonces pudo decir: “Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado pérdida a causa de Cristo. Es más, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Flp 3,7-8).
No es extraño que el hombre esté en muchas ocasiones perdido frente a él, que no termine de entenderlo o que sienta que su vida quiere huir de él, pues le desconcierta o arruina las inercias en las que se siente seguro. “¿Eres tú el que estamos esperando? Si lo eres, danos una señal”. Sólo la decisión concreta de ir a estar con él (Jn 1,39b.41), de pedir su mismo espíritu para comprender su vida (Jn 16,13), de entregarse con su mismo amor da la respuesta. Puede ser incluso que su vida se presente en un primer momento como enemiga de nuestras formas de pensar, de sentir, de actuar... y queramos eliminarlo, pero desde su cruz vuelve radiante su mirada y nos invita a beber de su costado abierto el agua de la vida a caer rendidos ante un amor nunca visto que lleva nuestra vida a plenitud.
Quien llega aquí ya sabe quién es Jesús, ya ha respondido a la pregunta sobre él y hace verdaderas aquellas palabras que él mismo pronunció: “Buscad y hallaréis, porque quien busca encuentra” (Mt 7,7-8).

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)






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