25. ¿QUÉ BUSCÁIS? ¿ME SIGUES O ME PERSIGUES?
Terminamos nuestro recorrido con una pregunta que Jesús
dirige a los que le preguntan. Y es que sólo se termina de conocer
quién es Jesús en un diálogo con él, y no en un interrogatorio
sobre él. Hemos indicado un tiempo para saber quién fue, quién es
y dónde encontrarle, pero el camino para conocerle no termina ahí.
En ese preciso instante en el que le damos un poco de nuestro tiempo,
puede volver su rostro y preguntarnos directamente '¿qué
buscáis?', como ya hizo antaño. (Jn 1,38). Como aquellos
discípulos de Juan, nos hemos acercado para conocer, pero él nos
invita a ir más allá: 'venid y veréis'.
El momento culminante de la pregunta por Jesús aparece
cuando vuelto con su vida sobre la nuestra, ilumina hasta el último
rincón escondido de nuestros anhelos y deseos a veces reconocidos y
a veces renegados por miedo, por pereza o falta de confianza en
nosotros mismos o en el mundo, o por pura ignorancia. Aparece cuando
ante su historia los recursos que hemos utilizado en nuestra vida
para idolatrarnos a nosotros mismos, a nuestras ideas y a nuestras
formas de vida, se revelan como caminos cerrados, mentiras de las que
ni siquiera sabemos salir. Ésta fue la experiencia de san Pablo
camino de Damasco. Buscaba y defendía una verdad que estaba en
Cristo, pero que no quería ver. Conocía la historia, pero no la
compendió hasta que iluminado por Cristo mismo, cayeron las escamas
de sus ojos y descubrió que incluso su rechazo y persecución eran
una parte de su búsqueda. “¿Por qué me persigues... si soy lo
que buscas?” (Hch 9,4ss). A partir de entonces pudo decir: “Lo
que era para mí ganancia, lo he juzgado pérdida a causa de Cristo.
Es más, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con la
sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Flp
3,7-8).
No es extraño que el hombre esté en muchas ocasiones
perdido frente a él, que no termine de entenderlo o que sienta que
su vida quiere huir de él, pues le desconcierta o arruina las
inercias en las que se siente seguro. “¿Eres tú el que estamos
esperando? Si lo eres, danos una señal”. Sólo la decisión
concreta de ir a estar con él (Jn 1,39b.41), de pedir su mismo
espíritu para comprender su vida (Jn 16,13), de entregarse con su
mismo amor da la respuesta. Puede ser incluso que su vida se
presente en un primer momento como enemiga de nuestras formas de
pensar, de sentir, de actuar... y queramos eliminarlo, pero desde su
cruz vuelve radiante su mirada y nos invita a beber de su costado
abierto el agua de la vida a caer rendidos ante un amor nunca visto
que lleva nuestra vida a plenitud.
Quien llega aquí ya sabe quién es Jesús, ya ha
respondido a la pregunta sobre él y hace verdaderas aquellas
palabras que él mismo pronunció: “Buscad y hallaréis, porque
quien busca encuentra” (Mt 7,7-8).
(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García
Martínez. CCS)
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