jueves, 10 de enero de 2019

JESÚS, EL CRISTO SIEMPRE VIVO... 19


19. ¿ES LA RESURRECCIÓN UNA HISTORIA DE FANTASMAS? ¿POR QUÉ LOS DISCÍPULOS SIGUIERON HABLANDO DE JESÚS CUANDO ÉSTE HABÍA MUERTO?

Después de un rápido proceso de acusación, juicio, condena y ensañamiento público que pretendía deslegitimar su vida humillando su persona, Jesús, rodeado de la indiferencia de unos verdugos insensibilizados al horror y la burla complacida de sus opositores, abandonando por los suyos, en una agonía física y psíquica que dejaba poco espacio para percibir algo distinto que el abandono absoluto, murió dando un fuerte grito (Mc 15,34).
Así que o bien Dios se había desidentificado de Jesús de Jesús y al no intervenir estaba diciendo que no era lo que Jesús había hecho de Él, o bien Jesús pertenecía a esa larga lista de justos en espera de rehabilitación sin aportar más a la historia que una bella, pero fugaz realización de lo bueno.
Sin embargo, cualquiera de estas opciones no hubiera bastado para reactivar la vida de los discípulos espantados ante el poder del mal y el silencio de Dios, sobre todo cuando Jesús les había prometido la apertura de las puertas del reino afirmando que éste ya alboreaba en su acción. Pero los discípulos se levantaron de la decepción, vencieron el miedo con una nueva vitalidad convocante, superaron la vergüenza de su abandono, traición y dispersión, ¡Algo debió de pasar!
Ahora bien, este algo no fue un acontecimiento público como los anteriores gestos y palabras de Jesús. Sucedió en la intimidad creyente del grupo de los discípulos. Sucedió sólo en medio de aquellos que se habían fiado y que tenían preparado el corazón y la mente para ver la hondura de la acción de Dios, aunque la oscuridad de la cruz les hubiera cegado y hubiera tupido su comprensión. María Magdalena, Pedro, Juan, los doce... recibieron una impresión que les marcó definitivamente y para siempre. El NT utiliza una expresión que podría traducirse por 'El Señor se dio a ver' (1 Cor 15,5-8). En ella se condensa un mundo muy amplio de significados: El Señor actúa y por tanto vive; el Señor se presenta ante ellos por iniciativa propia y por tanto no es una ilusión creada por su interior doliente; se muestra como Señor haciendo reconocer el significado salvífico de su vida y de su muerte.
Esta impresión tan honda como indescriptible en su totalidad, tan concreta como inexpresable en toda su densidad va a ir traduciéndose en diferentes formulaciones. Las tres más importantes serán: 'El Señor ha resucitado', es decir, vive más allá de la muerte superándola, su historia va más allá de la historia. 'El Señor ha sido exaltado', es decir, vive en la misma divinidad señorial de Dios, en aquella gloria luminosa de verdad y vida que ningún enemigo puede vencer, pues es Dios mismo. 'Jesús es el Viviente' con una vida plena que define lo que es la vida misma.
Para los discípulos este acontecimiento tuvo un significado vital y no sólo teórico: alguien de la historia habitaba ya en la eternidad gloriosa de Dios y así se había abierto una puerta que daba acceso a su intimidad eterna. Quien se uniera a Jesús en vida sabía cuál era su destino (1 Cor 15,54-58). Jesús era el verdadero Pastor hacia las fuentes de la eterna vida, hacia la verdadera tierra prometida que era Dios mismo. Además, Jesús no se olvidaba de su pasado, dejando la historia a su suerte una vez que la había superado sobrepasándola, sino que se presentaba con su perdón (Jn 21) y con una renovada oferta de vida para todos. En este sentido, no sólo acogía a los antiguos amigos que le abandonaron, sino que les enviaba a todos para ensanchar la buena noticia (Mt 28,18-20; Hch 2,14-41; 3,12-26).
La antigua buena noticia de que el Reino estaba alboreando se había convertido, en el cuerpo de Jesús, en amanecer pleno. La luz de la vida estaba ya en el cielo y el sol luminosos era el mismo Cristo resucitado. En él todo podía ser fecundado con una semilla de justicia, de amor, de eternidad. Dios había abierto sus puertas para no cerrarlas más. La vida de Cristo lo decía con sus brazos extendidos en la cruz y su costado abierto. La visión del crucificado se transformaba, porque ante él se percibía cómo el odio del mundo no tiene poder sobre el amor de Dios. Realmente Dios se había identificado con Jesús de forma impensable y sorprendente. En su muerte no le había abandonado, sino que se reflejaba en su más hondo ser-amor-que-sólo-puede-amar-y-que-vence-todo-desamor.
Aquí empezó la historia cristiana, pero sobre todo aquí culminó la historia de la entrega de Dios y su revelación. Los bendecidos con su gracia habrían de cargar con la gloriosa responsabilidad de hacerlo saber a todos. ¿Cómo no iban a contar lo sucedido y cómo no iban incluso a entregar su vida por hacerlo patente...?

(Jesús, el Cristo siempre vivo; Francisco García Martínez. CCS)

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