REFLEXIONES SOBRE EL BUEN USO DE LOS ESTUDIOS ESCOLARES COMO MEDIO
DE CULTIVAR EL AMOR A DIOS IIIº
Poner en los estudios esta única
intención con exclusión de cualquier otro fin es la primera condición para su
buen uso espiritual. La segunda condición es obligarse rigurosamente a mirar de
frente, a contemplar con atención, durante largo rato, cada ejercicio mal resuelto
en toda la fealdad de su mediocridad, sin buscar ninguna excusa, sin desdeñar
ninguna falta ni ninguna corrección del profesor, tratando de remontarse al
origen de cada error. Es grande la tentación de hacer lo contrario, de echar
sobre el ejercicio corregido, si es deficiente, una mirada oblicua y olvidarlo
enseguida. Casi todos los estudiantes actúan así la mayor parte de las veces,
pero hay que rechazar esa tentación. Por otra parte, nada es más necesario al
éxito escolar, pues se trabaja con escaso aprovechamiento, hágase el esfuerzo
que se haga, cuando no se presta atención a las faltas cometidas y las
correcciones de los profesores.
Así puede adquirirse, sobre todo, la
virtud de la humildad, tesoro infinitamente más precioso que todo progreso escolar.
A este respecto, la contemplación de la propia estupidez es quizá más útil
incluso que la del pecado. La conciencia de pecado proporciona el sentimiento
de ser malo, lo que puede dar ocasión al desarrollo de un cierto orgullo.
Cuando uno se obliga por la fuerza a fijar la mirada de sus ojos y de su alma
sobre un ejercicio escolar estúpidamente resuelto, se siente con evidencia
irresistible la propia mediocridad. No hay conocimiento más deseable. Si se
llega a conocer esta verdad con toda el alma, uno se establece firmemente en el
verdadero camino.
Si se cumplen estrictamente estas dos
condiciones, los estudios escolares son un camino hacia la santidad tan bueno
como cualquier otro.
Para cumplir la segunda, basta con
quererlo. No ocurre lo mismo con la primera. Para prestar verdadera atención,
hay que saber cómo hacerlo. Muy a menudo se confunden la atención con una
especie de esfuerzo muscular. Si se dice a los alumnos: “Ahora vais a prestar
atención”, se les ve fruncir las cejas, retener la respiración, contraer los
músculos. Si pasados un par de minutos se les pregunta a qué están prestando
atención, no serán capaces de responder. No han prestado atención a nada.
Simplemente, no han prestado atención, han contraído los músculos.
Se prodiga con frecuencia este tipo de
esfuerzo muscular en los estudios y, como acaba por cansar, se tiene la
impresión de haber trabajado. Es sólo una ilusión. La fatiga no tiene ninguna
relación con el trabajo. El trabajo es esfuerzo útil, sea o no cansado. Esta
especie de esfuerzo muscular es completamente estéril para el estudio, aunque
se realice con buena intención. Esta buena intención es una de ésas que sirven
para empedrar el camino del infierno. El estudio realizado de esta forma puede
a veces ser positivo desde el punto de vista escolar, de las notas y los
exámenes, pero lo será a pesar el esfuerzo y merced a las capacidades
naturales; esa clase de estudio es siempre inútil.
(A
la espera de Dios; Simone Weil)
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