jueves, 23 de marzo de 2017

REFLEXIONES SOBRE EL BUEN USO DE LOS ESTUDIOS ESCOLARES COMO MEDIO DE CULTIVAR EL AMOR A DIOS IVº

REFLEXIONES SOBRE EL BUEN USO DE LOS ESTUDIOS ESCOLARES COMO MEDIO DE CULTIVAR EL AMOR A DIOS  IVº

La voluntad, la que llegado el caso hacer apretar los dientes y sopesar el sufrimiento, es el arma principal del aprendiz en el trabajo manual. Pero, contrariamente a lo que de ordinario se piensa, apenas cumple ninguna función en el estudio. La inteligencia no puede ser movida más que por el deseo. Para que haya deseo, es preciso que haya placer y alegría. La inteligencia crece y proporciona sus frutos solamente en la alegría. La alegría de aprender es tan indispensable para el estudio como la respiración para el atleta. Allí donde está ausente, no hay estudiantes, tan sólo pobres caricaturas de aprendices que al término del aprendizaje ni siquiera tendrán oficio.
Es el papel que el deseo desempeña en el estudio lo que permite hacer de él una preparación para la vida espiritual. Pues el deseo orientado hacia Dios es la única fuerza capaz de elevar el alma. O, más bien, es Dios quien viene a recoger el alma y a elevarla, pero es el deseo lo que obliga a Dios a bajar; Dios sólo viene a aquellos que se lo piden y no pueden dejar de hacerlo cuando se le pide con frecuencia, ardientemente y de forma prolongada [Si bien es cierto que, no debemos olvidar, lo que el mismo Dios dice en la Escritura a través de uno de sus profetas: “Yo me hice el encontradizo con  quien no me buscaba, salí al encuentro del que no preguntaba por mí”].
La atención es un esfuerzo; el mayor de los esfuerzos quizá, pero un esfuerzo negativo. Por sí mismo no implica fatiga. Cuando la fatiga se deja sentir, la atención ya casi no es posible, a menos que se esté bien adiestrado; es preferible entonces abandonarse, buscar un descanso y luego, un poco más tarde, volver a empezar, dejar y retomar la tarea como se inspira y se espira.
Veinte minutos de atención intensa y sin fatiga valen infinitamente más que tres horas de esa dedicación de cejas fruncidas que lleva a decir con el sentimiento del deber cumplido: “he trabajado bien”.
Pero, a pesar de las apariencias, es también mucho más difícil. Hay algo [metafóricamente hablando: esa diabólica fuerza oscura que crece en nuestro espacio vital que no terminamos de ocupar; A. Gesché] en nuestra alma que rechaza la verdadera atención mucho más violentamente de lo que la carne rechaza el cansancio. Ese algo está mucho más próximo del mal que la carne. Por eso, cuantas veces se presta verdadera atención, se destruye algo del mal que hay en uno mismo. Si la atención se enfoca en ese sentido, un cuarto de hora de atención es tan valioso como muchas buenas obras.
La atención consiste en suspender el pensamiento, en dejarlo disponible, vacío y penetrable al objeto, manteniendo próximos al pensamiento, pero en un nivel inferior y sin contacto con él, los diversos conocimientos adquiridos que deban ser utilizados. Para con los pensamientos particulares y ya formados, la mente debe ser como el hombre que, en la cima de una montaña, dirige su mirada hacia delante y percibe a un mismo tiempo bajo sus pies, pero sin mirarlos, numerosos bosques y llanuras. Y sobre todo la mente debe estar vacía, a la espera, sin buscar nada, pero dispuesta a recibir en su verdad desnuda el objeto que va a penetrar en ella.


(A la espera de Dios; Simone Weil)

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