viernes, 17 de marzo de 2017

QUAERENS ME SEDISTI LASSUS

QUAERENS ME SEDISTI LASSUS…
En las grandes imágenes de la mitología y el folklore, en las parábolas del evangelio, es Dios quien busca al hombre: “Quaerens me sedisti lassus” –“Buscándome, te sentaste cansado”-. En ningún pasaje del evangelio se habla de búsquedas emprendidas por el hombre. El hombre no da un paso a menos que sea empujado o expresamente llamado. El papel de la futura esposa es esperar. El esclavo espera y vela mientras el señor está en la fiesta. El que va por los caminos no se invita a sí mismo al banquete nupcial, ni pide que se le invite; se le lleva casi por sorpresa, lo único que debe hacer es vestirse de forma adecuada. El hombre que ha encontrado una perla en un campo vende todos sus bienes para comprar ese terreno; no tiene necesidad de volver al campo con la azada para desenterrar la perla, le basta vender todos sus bienes. Desear a Dios y renunciar a todo lo demás es lo único que salva.
La actitud que lleva a la salvación no se parece a ninguna actividad. Viene expresada por la palabra griega ‘hupomone’ que ‘patientia’ traduce bastante mal. Es la espera, la inmovilidad atenta y fiel que se prolonga indefinidamente y a la que ningún impacto puede hacer estremecer. El esclavo que escucha junto a la puerta para abrir en cuanto el señor llame es su mejor imagen. Debe estar dispuesto a morir de hambre y agotamiento antes que cambiar de actitud. Aun cuando sus amigos puedan llamarle, hablarle, zarandearle, deberá hacer caso omiso sin mover siquiera la cabeza. Aun cuando le digan que el señor ha muerto, y aun cuando lo crea, no deberá moverse. Aunque se le diga que el señor está enojado con él y que le golpeará a la vuelta, y aunque lo crea, no se moverá.
La búsqueda activa es perjudicial, no solo para el amor, sino también para la inteligencia cuyas leyes imitan las del amor. Es preciso esperar simplemente a que la solución de un problema de geometría o el sentido de una frase latina o griega surjan en el espíritu. Con mayor razón cuando se trata de una verdad científica nueva o de un hermoso poema. La búsqueda lleva al error. Y lo mismo puede decirse respecto a cualquier clase de bien verdadero. ‘El hombre no debe hacer otra cosa que esperar el bien y rechazar el mal’. No debe hacer esfuerzo muscular si no es para evitar la sacudida del mal. En la inversión que constituye la condición humana, la virtud auténtica en todos los dominios es algo negativo, al menos en apariencia. Pero esta espera del bien y la verdad es más intensa que cualquier búsqueda.
Las nociones de gracia por oposición a la virtud voluntaria y de inspiración por oposición al trabajo intelectual o artístico, expresan, si son bien entendidas, esa eficacia de la espera y del deseo.


(A la espera de Dios; Simone Weil)

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