viernes, 24 de marzo de 2017

REFLEXIONES SOBRE EL BUEN USO DE LOS ESTUDIOS ESCOLARES COMO MEDIO DE CULTIVAR EL AMOR A DIOS Vº

REFLEXIONES SOBRE EL BUEN USO DE LOS ESTUDIOS ESCOLARES COMO MEDIO DE CULTIVAR EL AMOR A DIOS  Vº           

Todos los contrasentidos en las traducciones, todos los absurdos en la solución de los problemas de geometría, todas las torpezas de estilo y los defectos en el encadenamiento de las ideas en los trabajos de francés, tienen su origen en el hecho de que el pensamiento, precipitándose apresuradamente sobre algo y quedando así lleno de forma prematura, no se encuentra ya disponible para acoger la verdad. La causa es siempre la pretensión de ser activo, de querer buscar. Se puede comprobar que así es en cada ocasión, en cada falta, remontándose hasta la raíz. No hay mejor ejercicio que esta comprobación. Pues esta verdad es de las que sólo se aceptan experimentándola una y mil veces. Lo mismo ocurre con todas las verdades esenciales.
‘Los bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados’. Pues el hombre no puede encontrarlos por sus propias fuerzas y, si se pone en su búsqueda, sólo encontrará en su lugar falsos bienes, cuya falsedad no sabrá discernir.
La solución de un problema de geometría no es en sí misma un fin valioso, pero también se le aplica la misma ley, pues es la imagen de un bien que sí lo es. Siendo un pequeño fragmento de verdad particular, es una imagen pura de la Verdad única, eterna y viva, esa Verdad que, con voz humana, dijo un día: “Yo soy la Verdad”.
Visto así, todo ejercicio escolar se asemeja a un sacramento.
Hay para cada ejercicio escolar una manera específica de alcanzar la verdad mediante el deseo de alcanzarla y sin necesidad de buscarla. Hay una manera de prestar atención a los datos de un problema de geometría sin buscar su solución, a las palabras de un texto latino o griego sin buscar su sentido, hay una manera de esperar, cuando se escribe, a que la palabra justa venga por sí misma a colocarse bajo la pluma, rechazando simplemente las palabras inadecuadas.
El primer deber hacia los escolares y los estudiantes es enseñarles este método, no sólo en general, sino en la forma particular con que cada ejercicio se relaciona. Es un deber, no sólo de los profesores, sino también de los directores espirituales. Y éstos deben, además, dejar bien clara, con diafanidad absoluta, la analogía existente entre la actividad de la inteligencia en esos ejercicios y la situación del alma que, con la lámpara bien llena de aceite, espera al esposo con confianza y con deseo.

(A la espera de Dios; Simone Weil)

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