lunes, 13 de marzo de 2017

LA BELLEZA COMO ETERNIDAD DEL MUNDO

LA BELLEZA COMO ETERNIDAD DEL MUNDO…   
El amor carnal en todas sus formas, desde el más alto, el matrimonio verdadero o amor platónico, hasta el más bajo, hasta el libertinaje, tiene por objeto la belleza del mundo. El amor que se dirige al espectáculo de los cielos, las llanuras, el mar, las montañas, al silencio de la naturaleza que se hace sensible en la infinitud de sus pequeños ruidos, al soplo de los vientos, al calor del sol, ese amor que todo ser humano presiente al menos vagamente en algún momento, es un amor incompleto, doloroso, porque se dirige a cosas incapaces de responder, a la materia. Los hombres desean llevar ese mismo amor a seres que les sean semejantes, capaces de responder al amor, de decir sí, de entregarse. El sentimiento de belleza ligado a veces al aspecto de un ser humano hace posible esta transferencia, al menos de manera ilusoria. Pero es la belleza del mundo, la belleza universal la que constituye el objeto de deseo.
Esta clase de transferencia es la que expresa toda la literatura que rodea al amor, desde las metáforas y comparaciones más antiguas, las más usadas en poesía, hasta los sutiles análisis de Proust.
El deseo de amar la belleza del mundo en un ser humano es esencialmente deseo de Encarnación. Sólo por error se piensa que es otra cosa. Únicamente la Encarnación puede satisfacerlo. Por eso es una equivocación reprochar a los místicos la utilización de lenguaje amoroso. Ellos son sus legítimos poseedores. Los demás sólo tienen derecho a tomarlo de prestado.
Si el amor carnal en todos sus niveles está más o menos dirigido hacia la belleza –y las excepciones no son quizá más que aparentes- es porque la belleza de un ser humano hace de él, para la imaginación, algo equivalente al orden del mundo.
Este es el motivo de que los pecados en este terreno sean graves. Constituyen una ofensa a Dios por el hecho de que el alma está buscando inconscientemente a Dios. Por otra parte, todos se reducen a uno solo consistente en querer pasar por alto el consentimiento en una u otra medida. Pretender dejar completamente de lado el consentimiento es con mucho el más horrible de los crímenes humanos. ¿Qué puede haber más horrible que no respetar el consentimiento de un ser en quien se busca, aunque sin saberlo, un equivalente a Dios?
Es un crimen también, aunque menos grave, contentarse con un consentimiento surgido de una región inferior o superficial del alma. Haya o no unión carnal, la relación de amor es ilegítima si el consentimiento no procede por ambas partes de ese punto central del hombre en el que el sí no puede ser más que eterno. La obligatoriedad del matrimonio, que tan frecuentemente se considera en la actualidad como una simple convención social, está inscrita en la naturaleza misma del pensamiento humano por la afinidad entre el amor carnal y la belleza. Todo lo que tiene alguna relación con la belleza debe ser sustraído al curso del tiempo. La belleza es la eternidad en este mundo.

(A la espera de Dios; Simone Weil)


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