LA VERDAD ESTÁ DEL LADO DE LA MUERTE
Y entonces despertamos un día dándonos
cuenta de que no aspiramos a ser sino una nada que transmita el infinito,
porque nos ha sido dado descubrir que la verdad está del lado de la muerte. Por
eso ya no nos atrevemos a juzgar, conscientes de que todas las faltas son
iguales; no hay más que una falta: no querer alimentarse de luz.
Los empeñados en su mediocridad, no
porque lo sean, que jamás han conocido el deslumbramiento de una revelación
personal y cuyo bagaje intelectual se compone de un lote de opiniones
prefabricadas e intercambiables, consideran sin problemas como un signo de
orgullo o de terquedad esta fidelidad a la evidencia y este arrojo en la fe que
sublevan el alma de los que bebiendo de todos los manantiales aún siguen sin
apagar la sed. Están a mil leguas de sospechar que algunos no tienen problemas
por abrirse a lo que les es dado contemplar, lo que otros no ven y que, aunque
uno esté rodeado de ciegos –cosa que, en general ocurre con las cosas del
espíritu, en la que la ceguera es la regla y la clarividencia la excepción-, no
hay presunción alguna en decir: yo veo. El que, justamente a mediodía, se
obstina en afirmar que hay mucha luz, a pesar de todo, no es un orgulloso: no hace
más que dar testimonio de la luz que lo deslumbra…
El místico
puede afirmar con certeza que él “ha
visto”, el peligro de error comienza cuando quiere precisar “lo que ha visto”.
Si de verdad pretendemos realizar el
camino debemos comenzar por desprendernos de todos los bienes y esperar. La
experiencia demuestra que esta espera es satisfecha. Entonces nos es dado el
bien absoluto. Ese desapego debe ser total: “Aunque sólo quedara un hilo,
todavía habría apego”. Todas las faltas son iguales y se resumen en una sola
que las contiene a todas en potencia: el rechazo al vacío absoluto, la
necesidad de ídolos para colmar ese vacío. Ésta es la dialéctica del Todo y la
Nada de san Juan de la Cruz: tanto si el pájaro está atado a la tierra por el
cable más fuerte como si lo está por el hilo más fino, no vuela…/.
(Simone Weil & Cía.)
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