DESEO DE DIOS Y
ABANDONO EN DIOS…
EL MUNDO AL
REVÉS
Con Dios debemos andar de la salida del
sol hasta su ocaso, no podemos limitar su presencia a momentos fijos y
estereotipados, sino que cualquier momento y lugar del día deben estar abiertos
al encuentro con Él, y nuestro corazón dispuesto a cantar para Él, darle
gracias, alabarle, confiarle tus problemas, ofrecerle tu trabajo, tus
preocupaciones, tus dolores y tus alegrías.
Si no tuviéramos tanta prisa por perder
el tiempo, nos daríamos cuenta que viene junto a nosotros hombro con hombro,
que nos hace vivir “a dos”, no en la soledad de nuestra conciencia, sino en la
cercanía de Alguien que “es más interior a nosotros que nosotros mismos”.
Todo queda transformado en su presencia.
Si intentásemos vivir así al menos un día de nuestra vida nos maravillarían
nuestras noches.
Pero, para los cristianos, el acceso a
Dios es imposible si no “simpatizamos” con lo que es su inclinación
fundamental; si, de alguna manera, no hacemos nuestra su pasión por “alzar y levantar” a nuestros hermanos
de situaciones inhumanas. Si no nos vamos contagiando de esa pasión de Dios por
los pequeños y los débiles y no vamos intentando pequeñas acciones en esa
dirección, nuestra oración es un engaño y, en vez de relacionarnos con el Dios
de Jesús, lo estamos haciendo con un ídolo.
Tenemos en contra a “nuestro alrededor”
que una y otra vez nos empuja a “mirar hacia arriba”, donde está el brillo del
dinero, de la fama; nadie suele atraer nuestra atención “hacia abajo”. En
general, tenemos todas las facilidades para desviar la atención del dolor, de
la injusticia y de aquellos que la padecen; andamos tan distraídos o acelerados
por llegar a no se sabe qué “templos”, como el levita y el sacerdote de la
parábola, que no miramos a la cuneta de los caminos donde yace tanta gente
herida… …hasta que nos descubrimos
allí.
(Simone Weil)
No hay comentarios:
Publicar un comentario