LA VERDAD DE DIOS
«No es por la forma en que un hombre
habla de Dios, sino por la forma en que habla de las cosas terrenas, como se
puede discernir mejor si su alma ha permanecido en el fuego del amor de Dios».
«Pensar en Dios, amar a Dios, no es más
que una cierta manera de pensar el mundo».
«No soy católica pero nada de lo
católico, nada de lo cristiano me es ajeno. A veces me digo que sólo con que a
la puerta de la iglesia hubiera un cartel diciendo que se prohíbe la entrada a
todo aquel que tenga un sueldo superior a una determinada cantidad, me
convertiría».
Aquello que más necesitamos y que más
nos realiza como personas lo hemos de recibir “gratuitamente” para que no se falsifique
(el amor, por ejemplo).
Escribió Angelus Silesius: “La rosa es
sin porqué / florece porque florece / no se cuida de sí misma / ni pregunta si
la ven”.
No hay justificación para la gracia, ni
su experiencia más profunda, la belleza, la pureza.
« […] la idea de pureza, con todo lo que
esta palabra puede implicar para un cristiano, se adueñó de mí a los dieciséis
años, tras haber atravesado durante
algunos meses las inquietudes sentimentales propias de la adolescencia. La idea
me surgió durante la contemplación de un paisaje de montaña y poco a poco se me
ha impuesto de manera irresistible».
«En 1937 pasé en Asís dos días
maravillosos. Allí, sola, en la pequeña capilla románica del siglo XII de Santa
María de los Ángeles, incomparable maravilla de pureza, donde tan a menudo rezó
san Francisco, algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a
ponerme de rodillas».
La única fuerza de este mundo es la
belleza [“La belleza salvará al mundo” Fiodor Dostoievsky, El idiota]. Pero estamos hablando de una belleza relacionada con el
amor auténtico de Dios.
Gn 9,13-16.- La presencia del Arco Iris
en el cielo con su injustificada belleza, después de una catástrofe como la del
Diluvio, nos convence, de que a pesar de la calamidad, hay una razón para
seguir esperando, una señal de que Dios está de nuestro lado (señal de “alianza”).
Y ese mensaje no lleva a quedarse contemplando el cielo o “consumiendo belleza”
al margen de las víctimas del Diluvio, sino que lleva a trabajar con nueva
fuerza y nueva esperanza por la reconstrucción de la tierra devastada. Quizá
por eso la belleza sea como el anuncio de que el dolor pide otra eternidad que
es una eternidad que le redima.
(Simone Weil & Cía.)
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