lunes, 22 de octubre de 2018

COMPASIÓN SILENCIOSA...11


4.- MIRAR EN LA ORACIÓN CON OJOS CONTEMPLATIVOS

Esquematizando un poco, hablar de misticismo es hablar de conocimiento de Dios experiencial en vez de un conocimiento de Dios meramente mental o cognitivo. Cuando experimentamos realmente lo divino, pasamos naturalmente a un nivel de conciencia más elevado (o profundo). Cuando la mayor parte de la gente oye la palabra místico piensa que significa algo imposible para la mayoría de nosotros, o solamente disponible para quienes llevan veinticinco años entregados a una vida ascética. Pero no, los encuentros místicos los pueden tener personas que son todavía débiles y pecadoras, como deja bien claro Jesús en muchos pasajes evangélicos (el hijo pródigo, la mujer "que era una pecadora" o la parábola del publicano y el fariseo, por ejemplo).
Un momento místico o unitivo no es algo a lo que se pueda acceder con el hemisferio izquierdo del cerebro, sino con todo el cerebro -con ambos hemisferios, derecho e izquierdo- y el corazón, es decir, con el cuerpo y el alma juntos. ¡Es un intuitivo asir la totalidad mediante la totalidad! Esto es lo que lo hace tan convincente y transformador.
Dios es una palabra más para designar el núcleo de todas las cosas y la totalidad de las cosas en su más precisa interconexión. Cuando decimos que amamos a Dios estamos diciendo que amamos todo. La religión inmadura deviene en una excusa para no amar toda una serie de cosas, lo que revela que no tenemos aún una auténtica experiencia de Dios. Una vez que hemos tenido una experiencia unitiva con Dios, con la realidad o incluso con nosotros mismos, nuestra vida mostrará invariablemente dos cosas: “una confianza sosegada y una gratitud alegre”.
Por eso los míticos pueden amar a sus enemigos, por eso pueden amar al extranjero, al forastero, al que no es de aquí, al marginado. No hacen las distinciones que hace la religión de bajo nivel. La religión de bajo nivel es más tribal, es un constructo social para mantener cohesionado a un grupo concreto. Hay quien piensa de esta manera: "Soy católico porque soy irlandés" o "soy católico porque soy italiano". Esto es una simple identificación grupal, muy alejada de la experiencia mística y que a menudo se convierte en una evitación de ésta, algo que echa en cara Jesús a sus compatriotas judíos que pretenden ser superiores por ser "hijos de Abraham" (Lc 3,8); y en otra ocasión dice también que las piedras debajo de sus pies podrían ser más fructíferas que el fútil empeño por privilegiar al grupo o a la sangre (Mt 3,9).

(Fr. Richard Rohr, OFM)

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