sábado, 21 de enero de 2017

LO BELLO COMO ENCARNACIÓN

LO BELLO COMO ENCARNACIÓN

Lo bello no está del lado del lujo, del artificio, de la imaginación, sino del lado de la verdad, del anonimato, de la desnudez de la criatura. «Descender en la escala de la fuerza sin estar obligado […] aceptar que somos anónimos, que pertenecemos a la materia humana» es conforme al dicho evangélico según el cual el que se humilla será ensalzado: esto significa tomar como modelo a Cristo, que se hace materia en la eucaristía, pero también imitar la humildad de la materia, cuya conformidad con la necesidad es perfecta obediencia a Dios.
Durante la vía, radicalmente antiplatónica, que conduce a la belleza a través del trabajo manual, la pobreza y la desnudez, no tenemos que ver necesariamente el cuerpo como tumba del alma, según la consideración de Platón, ni la materia como gravedad, sino que podemos concebir a ambos como espejos de luz. Tal vez no es casualidad que sea una figura femenina, la de la Virgen, la que represente la humildad de la materia, porque lo femenino, menospreciado en una larga historia de misoginia y siempre reducido a la vertiente de la corporalidad y la materia frente al espíritu, resulta adecuado para encarnar aquel descenso que, con la renuncia al prestigio y a la imaginación, nos hace anónimos, nuda materia humana:
«La leche de la Virgen es la belleza del mundo. El mundo es perfectamente puro desde el punto de vista de la belleza.
Gracias a la sabiduría de Dios, que ha puesto en este mundo la marca del bien bajo la forma de belleza, se puede amar el Bien a través de las cosas del mundo. Esta docilidad de la materia, esa cualidad maternal de la naturaleza, se ha encarnado en la Virgen».

(Simone Weil & Cía.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario