domingo, 17 de abril de 2022

ANTEA, LA VIRGEN ROJA DE DONDE NACEN LOS RÍOS...


ANTEA, LA VIRGEN ROJA DE DONDE NACEN LOS RÍOS…

Nos perdimos camino de los manantiales,

añorando los orígenes, pues los peligros endurecieron nuestro corazón;

ya el polvo del camino, o la rutina, o una costra de indiferencia,

para protegernos de los sinsabores de la vida,

y, para que todo no vaya a peor, seguramente,

con la mejor intención, “aguamos”,

quién sabe si con la intención de convertir en vino.

Y sabemos, porque no se trata de la primera vez,

que eso termina no funcionando del todo,

por eso la añoranza de los orígenes,

de aquello, lo que fuese, en toda su autenticidad…

 

Ante esta feria de las vanidades, Antea baja la mirada

al tiempo que nos frece la “escalera al cielo”,

que nos entrega bendiciéndonos;

quien por el agua nos hace divinos e infinitos,

y nos pide serlo…

¡si no tuviésemos tanto miedo!

 

Porque nosotros

parece que siempre tenemos necesidad de estar en otra parte,

proyectando viajes, olvidando siempre el momento presente.

Como a una urraca, nos siguen aturdiendo los objetos brillantes,

y hemos llegado a imaginar el precio de nuestros pasos,

incluso cuando las tiendas están cerradas

olvidando, a propósito,

que con una palabra podríamos conseguir el universo…

 

Parece que las señales sólo quieren equivocar los caminos,

¿quién, entonces, se atreve a buscar seguridades?

Todos los pájaros están en todos los árboles cantando,

y por no tener, hasta carecemos de dudas…

 

Ya estuvimos allí, y allí, y allí también,

y hemos bailado todas las danzas

alrededor de todos los fuegos,

al compás de todos los cánticos hipnóticos…

 

Sopla el viento, arrastrando con él todos los caminos…

 

Y nos ha sido dado conocer

Que “mientras serpenteamos por los caminos,

-aunque a veces tropecemos e incluso caigamos-,

nuestras sombras nunca serán más altas que nuestra alma”…

 

Inunda Antea, la Virgen Roja de donde nacen los ríos

con su sola presencia

el espacio-tiempo…

Con esa suave danza que muestra a los hijos de la luz:

“Quién es el Camino, y la Verdad, y la Vida”…

 

Y si escuchamos atentamente,

la melodía nos llevará, paso a paso,

incluso más allá de lo que jamás nos atrevimos,

o no fuimos capaces de imaginar,

dándosenos descubrir lo proyectado desde el origen del mundo:

 

«Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra» (Ef 1, 9b-10).

 

Entonces sabrás por qué eres temido por los hijos de las tinieblas,

y no podrás rendirte…

Porque tú eres el estandarte de lo divino,

el creado a su imagen y semejanza…

…¿Quién es como Dios?...

 

Eterno espíritu del valle,

portal interminable,

como raíz del cielo y de la tierra.

Siendo sin estar

y estando sin ser…

Mutación inagotable,

dama de luz,

regalando maravillas…

 

Y así, su palabra,

como la de los cielos,

“sin hablar,

sin pronunciar,

sin que resuene su voz,

a toda la tierra alcanza su pregón,

y hasta los límites del orbe su lenguaje”…

 

La eternidad a la que Dios nos invita

se oculta en el ahora de cada instante de nuestra vida.

Y nada de lamentarse

objetando que Dios es el momento presente

que pasó y se perdió porque yo no estaba allí;

porque eso es olvidar que el presente

no es algo fugitivo, pasajero,

sino algo continuamente persistente y duradero,

siempre cambiando, evolucionando

y trascendiéndose a sí mismo.

La eternidad es ahora,

caminemos a su luz…,

 

Nuestra fe no va a liberarnos

de ninguna obligación humana,

sino que nos dará un trabajo,

una función, una misión

‘para’ el mundo que no es ‘del’ mundo.

Nuestra misión será introducir en el mundo

el amor mismo de Dios

con “medios humanos”,

con “maneras de ser humanas”: las de Cristo.

Nos encarga realizar en el mundo

una especie de compromiso temporal

del amor eterno de Dios.

Al lado de ello,

el resto existe y debe existir,

pero la fe sirve para que Dios ame al mundo

a través de nosotros

como a través de su Hijo.

Él nos ha elegido para darnos al mundo,

al mundo que él ama

y que nosotros debemos amar

como él, con él y por él.

Así es la fe;

esto es lo que nos pide que aceptemos….

…¿Y Tú, dónde estás?...

…¿Y por qué Te empeñas en quererme tanto?...

 

 

 

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